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La Semana Santa gallega alcanza el mayor auge de toda su historia

LUGO CIUDAD

Las capitales aumentan las procesiones mientras la Pasión más tradicional también recupera el esplendor de antaño

05 abr 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Vuelve la Semana Santa. A la que esta misma mañana, como en toda la Europa cristiana, se le abren las puertas de Galicia entera con las bendiciones de los ramos, fiesta de los niños por excelencia. Las celebraciones gallegas de la Pasión de Cristo ganan en esplendor año tras año, y se han convertido en un auténtico motor del sector turístico, hasta el extremo de que Ferrol, ciudad en la que salen a la calle más de 3.000 penitentes, espera volver a superar estos días los 100.000 visitantes. La de Ferrol, nadie lo dude, es una de las más singulares Semanas Santas de la Península, en la que el barroquismo de sus procesiones contrasta con la académica sobriedad de su casco histórico, trazado en el XVIII, en pleno siglo de la Ilustración, por los ingenieros de la Corona, grandes amigos de las líneas rectas. También brilla con luz propia la del histórico Viveiro, de hondísima espiritualidad; allí la Pasión impone por la solemnidad de sus desfiles procesionales y por la belleza de las imágenes que salen de las iglesias para ser veneradas por los fieles. Pero la Semana Santa es también muy hermosa, bien se sabe, en Lugo y Ourense, ciudades en cuyos imponentes cascos monumentales parece haberse detenido el tiempo. Y por supuesto en esa capital de la fe que es Compostela. Pero quien venga estos días a Galicia, o quien ya se encuentre en ella, tampoco debería olvidar que en la Fisterra del Santo Cristo da Barba Dourada, de la imponente talla medieval que desde hace siglos visitan miles de peregrinos tras rezar ante el sepulcro del Apóstol, el Viernes Santo, en Santa María das Areas, se representará uno de los más bellos desenclavos de Galicia. Y que el Domingo de Resurrección se representará el triunfo de Jesús sobre la muerte, en lo que también es (por cierto) fiesta de interés turístico nacional, como las procesiones del Ferrol de las Luces y y del Viveiro por cuyas viejas calles cabalga aún el recuerdo de todos los caballeros muertos que señorearon aquella tierra. (Y si aceptan una última sugerencia, sobre un tesoro casi secreto, no se pierdan, si pueden, en la basílica de San Martiño, en Foz, el Descendimiento.)