Pablo Paniagua dirige el hospital de Ngovayang y supervisa la educación de niñas de una etnia minoritaria cuyos miembros son considerados «poco más que animales»
24 may 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Los pigmeos son una etnia minoritaria en Camerún. «Son nómadas, aunque tienen un campamento principal en la selva. Pero pueden estar diez días fuera, cazando. Los bantúes, la etnia mayoritaria, los desprecian hasta el punto de que los consideran poco más que animales», explica Pablo Paniagua Mariño.
Este misionero de O Carballiño no ha perdido la vitalidad a sus 70 años y es la cabeza visible de Medicus Mundi Extremadura en Ngovayang, al sur del país, donde administra el hospital de la localidad, único del Estado que acoge también a los pigmeos. Él se encarga de adentrarse en la selva para convencerlos de que vacunen a sus hijos, o de cruzar la jungla hasta la capital (Yaundé) para comprar medicinas.
«Administro el hospital, llevo la contabilidad, con muchos más gastos que ingresos... Menos mal que nos apoya Medicus Mundi porque, si no, esto no daría ni para pagar los salarios -agradece con alivio-. Ni siquiera el gasóleo que gastamos -agrega-, porque el generador eléctrico solo lo encendemos por la noche y para las operaciones».
El cuadro médico del hospital se ciñe a un generalista congoleño que se ocupa de todo: «Vacunas, partos e incluso pequeñas operaciones, como hernias o apendicitis... Lo básico. En 40 kilómetros nadie da lo que damos nosotros», se enorgullece. El resto del personal del centro es nativo, y el principal problema sanitario, la malaria y lo tarde que llegan muchos pacientes, a los que ya no se les puede evitar la transfusión de sangre.
Como el hospital carece de agua potable y solo recoge la que deposita la lluvia, Paniagua tiene entre manos un proyecto para llevar el líquido elemento hasta el hospital y suministrar de paso a dos aldeas. «Hay agua en una colina, a unos dos kilómetros y medio, pero el terreno es bastante pedregoso y cuesta trabajo colocar la canalización. De todas formas -se resigna el misionero-, no puedo acabarlo porque para eso necesitaría aún unos 6.000 euros».
De su propio bolsillo
La segunda parte del proyecto de integración de los pigmeos está vinculada a la enseñanza. La misión cuenta también con un colegio de primaria que tiene 160 alumnos de 7 años en adelante y 8 profesores. Pablo ha conseguido reunir un pequeño grupo de 37 pigmeas que se mezclan en clase con las bantúes. Él se encarga de pagarles el colegio. Y no solo eso, sino que le ha construido a las chiquillas unas casetas donde viven internas, cuidadas por una pareja de tutores y una profesora particular.
«Los padres me conocen y saben que la educación va en serio, así que me traen a las niñas sin problemas. Mi objetivo es integrar a unas 50 y empezar después con los niños. Lo más importante -explica Pablo- es que esas chiquillas se integran con las bantúes con normalidad, aunque esta etnia no entiende cómo las niñas pigmeas, que se supone que son como animales, son las primeras de clase, las que van mejor».