La mitad han aparecido en los cinco últimos años y es habitual que empleen a residentes en la zona
08 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.La aldea de Couso, en A Limia, fue abandonada hace medio siglo. El empresario riojano José María Galán invirtió más de seis millones de euros en rehabilitar 22 edificaciones a orillas del río, que surca las casas, además de un horno, dos molinos, una fuente... Desde hace dos años es un complejo hotelero que acoge también bodas y convenciones. Recibe clientes de toda España, especialmente de Madrid. «Necesitaríamos una segunda aldea», explica Francisco Javier Rodríguez, director comercial. En Halloween, las calles se llenan de calabazas con velas y un grupo de teatro escenifica un montaje de suspense.
Couso Galán es la más grande de las aldeas rurales de Galicia, que están dinamizando el turismo bajo la denominación de hoteles, biohoteles, conjuntos... De la decena de rehabilitaciones, la mitad son de los cinco últimos años y ayer vio la luz la última en Palas de Rei. Cada una tiene su estilo, pero suelen ser elementos comunes la explotación del ecoturismo y el empleo de trabajadores de la zona, directamente o como suministradores de hortalizas y otros productos. El precio medio de la habitación doble ronda los 70 euros en temporada baja.
Pedreira Calma, en Mondariz, se define como biohotel rural. La gallega Loli Riveiro tiene una empresa de biorrestauración con la que recuperó e inauguró el año pasado cinco casas de aldea -de 1844 la más antigua-, alrededor de las cuales hay 8.000 metros cuadrados de cultivos ecológicos para un proyecto de turismo de bienestar que incluye desde terapias con dietas hasta una escuela de salud. «Las hemos rehabilitado con criterios de bioconstrucción sostenible -explica-, aprovechando maderas nobles y todo el material posible con la idea del máximo respeto a la naturaleza y del regreso a lo más auténtico de Galicia».
Aprovechar la piedra natural para rehabilitar fue también la consigna de Gerardo Salgueiro, pionero en el sector que recuperó la aldea Bordóns, cerca de Sanxenxo, en 1997. Ya entonces invirtió, con ayuda de la Xunta, el equivalente a medio millón de euros en rehacer cinco casitas de pescadores que pertenecieron a su familia. «El año que murió mi abuela, la última residente, me decidí a recuperar la aldea para el turismo. Lo que tengo hoy no lo paga el dinero», se enorgullece. El conjunto incluye un hórreo de piedra, una casa-museo y hasta los restos de un cruceiro.
Otra aldea entera rehabilitada es la de A Paínza, en Viladavil (Arzúa), donde la familia Botana recuperó nueve casas, de 1773 la más antigua. Creada antaño para los renteros de la casa principal, hoy es un complejo hotelero con amplios jardines sobre el río que incluye también muebles de 1800 restaurados. «Empezamos hace 13 años con alguna subvención, pero casi toda la inversión ha sido privada», destaca María José Botana.