El código oculto en Malinas

Juan Oliver MALINAS/LA VOZ.

SOCIEDAD

La policía introdujo microcámaras en las tumbas del arzobispado belga buscando dosieres con más denuncias de abusos a menores

29 jun 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

La entrada a la cripta no está permitida, pero en las zonas de acceso libre no hay indicio de que hace cuatro días hubiera una redada. Las tumbas centenarias de obispos y cardenales parecen intactas, como los cuadros de Van Dijck y de Coxcie, o las esculturas de Fayd'herbem, coloreadas por la luz que se filtra a través de las vidrieras mientras una melodía sacra acaricia los oídos de los visitantes. Entre ellos, una veintena de escolares que atienden las explicaciones de su profesor sobre la riqueza artística e histórica de la catedral de San Romualdo, en Malinas, a mitad de camino entre Bruselas y Amberes.

Aquí, en la sede del episcopado belga, la policía buscó el jueves pruebas supuestamente escondidas de abusos sexuales a menores cometidos por sacerdotes católicos. Según el papa Benedicto XVI, las formas policiales fueron «deplorables». Para el ministro de Justicia, el democristiano Stefaan De Clerck, el registro cumplió «las reglas del Código Judicial».

División

Bélgica es un país dividido, al que probablemente pocas cosas unen tanto como el ferviente catolicismo que profesan muchos de sus habitantes. De hecho, la revolución que en 1830 alistó a valones y flamencos bajo la misma bandera tuvo mucho que ver con el común rechazo al calvinismo orangista que los gobernaba. Hoy, sin embargo, la misma Iglesia que cementó esa unidad es causa de división.

Desde que a mediados de los noventa apareció en sus vidas Marc Dutroux, el monstruo de Charleroi, violador y asesino en serie de niñas, a los belgas también les une una profunda repugnancia hacia cualquier atisbo de tolerancia con la pederastia.

Dos dimisiones

Hace menos de dos meses, el obispo de Brujas, Joseph Vangheluwe, dimitió tras reconocer que había abusado de un menor en los años ochenta. Su caso es el más significado de los que lleva una comisión de expertos dirigida por Peter Adrianssens, un prestigioso psiquiatra infantil a quien la Iglesia ha encargado investigar esos casos, y que el domingo pasado dimitió a causa de la actuación de la policía. Esta decía buscar más dosieres ocultos que los obispos no habrían facilitado ni a la comisión ni a los jueces.

«Este es un país muy cerrado y dividido, en el que se ocultan muchas cosas. Y yo no puedo estar con los curas porque ellos llevan años haciéndolo», explica Sebastián González Bahamonde, de 29 años, hijo de un emigrante gallego de Narón que trabaja en una pizzería de la plaza Mayor de Malinas, a menos de cincuenta metros de la catedral y del palacio Arzobispal.

Allí, según el secretario de Estado del Vaticano, Tarsicio Bertone, la policía profanó tumbas y destrozó lápidas con martillos neumáticos, como si quisiera «reescribir El código Da Vinci», en palabras del actual cardenal primado, André-Joseph Léonard. El ministerio, sin embargo, sostiene que solo se practicaron pequeños agujeros en las sepulturas para comprobar con microcámaras si se habían escondido allí documentos que probaran la existencia de más casos ocultos de pederastia.

Pollo y vino

La versión vaticana también denuncia que se obligó a los miembros de la Conferencia Episcopal belga, que estaban reunidos cuando se produjo el registro, a pasar nueve horas sin comer ni beber. Según la Fiscalía, el cocinero del palacio les preparó pollo con tomate y les sirvió vino. Cuando la policía los interrumpió, estaban a punto de debatir el quinto punto del orden del día. Su título era «¿Debemos entregar a la Comisión Adrianssens los dosieres antiguos?».