Un hogar futurista, en el que familiares y amigos entran más por la pantallas que por la puerta

La Voz

SOCIEDAD

05 jul 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

La hija mayor de Jorge y Paula juega con frecuencia con una amiguita que tiene en Ourense. Lo hace desde su casa, en A Coruña, conectada al Skype. Ella está en la pantalla de su amiga y su amiga en la de ella. Hablan, se enseñan dibujos, están juntas. Hace unos días, las pequeñas se acercaron mucho a las pantallas, con una miniconsola en las manos. Querían conectar por infrarrojos, pero, claro, estaban demasiado lejos: «Ellos ya no ven los límites, todo les parece posible», comenta Jorge, su padre. «No deja de sorprenderme el uso que hacen de la tecnología».

Jorge y Paula son informáticos. Él por vocación, ella menos: «Yo no me entusiasmo tanto con las novedades; solo cuando veo un salto realmente importante». «Sí -bromea él-, primero lo veo yo y luego le gusta a ella». En su casa no hay demasiadas cosas. Un hogar donde manda el blanco, futurista en cierto modo, que van convirtiendo en un bastión tecnológico.

Aquí, la tele, como en todos estos nuevos hogares, se ve poco. «Muy residualmente», admite Jorge, el que menos la usa. «Antes veía la fórmula 1, pero ahora casi siempre lo hago en la web de La Sexta». Programación a la carta, televisión bajo demanda, los nuevos tiempos en lo que esta pareja está plenamente incorporada. Paula y los niños se someten un poco más a la dictadura de las cadenas, que cada vez mandan menos en esta casa donde la tele reproduce series, películas o programas bajados de Internet, en versión original y alta calidad.

«El modelo actual está caducado», sentencia Jorge. Incluso la fiebre pirata agoniza: «No tiene sentido bajarse toneladas de canciones que luego tienes que almacenar, cuando están a tu alcance en muchas webs. Al momento y lo que quieras». Igual que la tele pierde vigor, el periódico cambia también de formato: «Ahora cojo un periódico convencional y me faltan los comentarios». En la cocina están colgadas las normas de uso para las consolas: una hora al día y nunca si no están papá o mamá. «Los niños no saben regular. Ellos estarían todo el día con su juego favorito». Afortunadamente, son grandes lectores.

¿Y para los mayores, cuáles son las normas? Jorge dice que no le gustan mucho los juegos, pero que se está haciendo bastante feisbuquero: «Paula no mucho. Yo creo que todavía le da un poco de corte. Pero yo lo uso para emitir información sin demasiados reparos. La pieza fundamental es el teléfono con Internet, porque se han multiplicado los momentos en los que poner algo». Más amigos virtuales, ¿menos amigos reales? «No, no lo creo -responde Jorge-. La actividad en las redes sociales no tiene que ver con que luego te veas o no con tus amigos. Pero en Internet hago un comentario una sola vez y todos se enteran. Además, cada vez me cuesta más salir y menos mandar un mensaje».