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Coma sempre, o de sempre

VIGO

17 oct 2008 . Actualizado a las 11:31 h.

Carlos Mouriño ha aceptado la retirada del hombre que animaba la megafonía del estadio, aduciendo que, con lo bien que va el equipo, han desaparecido los anunciantes que antes se cantaban por los altavoces, entre comunicados de coches mal aparcados.

Hemos leído que Mouriño desea que el Celta se mantenga en Segunda División por algún tiempo. Parece ser que conviene al proceso concursal en que está inmerso. Y, para cumplir este formidable objetivo, caso único en el fútbol mundial de un club que no quiere ascender, tiene al equipo en puestos de descenso desde que empezó el campeonato, demostrando la gran gestión deportiva que está realizando, siempre pegada a los objetivos marcados.

Pero, si bien en la faceta deportiva estamos triunfando -arrastrándonos por la tabla, que es lo que se pretende-, en la social tal vez haya algún fallo.

Un ejemplo es la desaparición de la voz de la megafonía. Balaídos, sin el «Como sempre, o de sempre» se hace un poco más ajeno, un lugar incómodo al que se va de visita a ver a un pariente lejano al que ya no reconocemos. Es difícil encontrar aquel lugar mágico al que íbamos a ver jugar a nuestro celtiña.

Antón López, que es el nombre del locutor, nos dio en Balaídos anécdotas fantásticas. Como cuando en el primer partido del Mundial 82, en lugar de empezar con los himnos de Italia y de Polonia comenzó con el gallego. Mientras sonaba Os Pinos, los jugadores se miraban perplejos, pensando que era el himno del rival. La FIFA protestó y la Policía Nacional terminó custodiando la cabina de megafonía.

López narraba aquellos anuncios entrañables. «Ahora, véalo; mañana, léalo en La Voz de Galicia», decía un clásico. La discoteca Nova Olimpia, Angoares Pub («hoy, no; mañana, sí») y hasta aquel Pub Europeo de Azafatas con el que, sin herir susceptibilidades, se quería denominar a un club de alterne.

Ya jamás volveremos a escuchar aquella forma de cantar las alineaciones, que culminaban con Vlado «¡Gu-gu-gu-gu-Gjudelj!». Ni ocurrencias como llamar a Stoichkov «El Hristo de la Victoria».

Termina una época. Se va extinguiendo también en las pequeñas cosas. Y lo asombroso es que aún haya quien se pregunte por qué va tan poca gente a Balaídos?