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«Los grandes proyectos, no digo buenos, los hacen hombres»

VIGO

01 nov 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Pascuala Campos de Michelena, arquitecta y catedrática de proyectos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de A Coruña, es una de las impulsoras del congreso En construción: arquitectura, xénero e cidadanía , que se está desarrollando en Vigo. La experta, que reside en un antiguo caserón rehabilitado por ella misma en Pontevedra, habló sobre el concepto de los límites en la arquitectura dentro de este encuentro que pretende visibilizar el papel de la mujer en la construcción de espacios públicos y privados.

-¿Se puede hablar de una arquitectura «de género»?

-Sí. La arquitectura en sí misma depende de quién la haga y de qué facetas de la vida contemple. Si la cocina está en el quinto infierno porque se tiene una empleada de hogar o porque hay una señora que cocina y luego tú te lo comes sin preocuparte de trasladar los platos, es una arquitectura de género, como puede ser un asunto de género el uso de la lavadora.

-¿Cuál es el trasfondo?

-El tema está relacionado con los espacios de poder. Ahora se pretende que las mujeres tengan sus parcelas de decisión, pero eso no es verdad. Y por otra parte, de lo que hay que darse cuenta es de que hay una mentalidad patriarcal que está asumida tanto por hombres como por mujeres. El hecho de que seas mujer no significa que no asumas un discurso masculino.

-¿Qué papel se reclama para las profesionales de la arquitectura con este congreso?

-Los congresos son maneras de llegar a reductos muy masculinos, como lo es la arquitectura. El movimiento feminista entró antes en la sociología, en la geografía, en la antropología y en otros saberes. Si te fijas, quién hace los proyectos grandes, -que no digo buenos- donde hay mucho dinero metido, generalmente los hace los hombres. A lo mejor hay alguna mujer, pero porque asume una actitud muy parecida a la de ellos.

-Entonces, ¿queda mucho para que se acabe el monopolio?

-Queda muchísimo, sobre todo porque hay que cambiar las mentalidades para que cambien los espacios. Y nada cambiará hasta que haya personas con capacidad de decisión real y vinculante que no estén «empoderadas».