Tras la publicación de su historia le han pagado la pensión y ofrecido trabajo
16 dic 2008 . Actualizado a las 15:16 h.Apenas quince días después de dar a conocer su situación límite en estas páginas, Juan Antonio Ojeda no ha recibido más que ayudas y muestras de apoyo.
Una ciudadana anónima se ofreció a pagarle lo que debe en la pensión para evitar que se quede sin techo, y un restaurador le puso en bandeja un puesto de trabajo de cocinero, su profesión.
Pero, como estar sin un euro supera lo imaginable, Juan Carlos Ojeda solo fue capaz de mantener el empleo cuatro días, el tiempo que tardó su tobillo en jugarle una mala pasada. Y es que al carecer de dinero para pagar el autobús, se veía obligado a caminar desde Cabral, donde se encuentra su pensión, hasta el centro de Vigo. Esto, sumado a las horas de trabajo provocó una recaída de su reciente operación de tobillo. Ahora, espera que los servicios sociales le faciliten una tarjeta de Vitrasa para poder hacer otra intentona. «Trabajar ocho horas de pie sí que puedo, lo peor es ir y venir a Cabral», explica.
«También recibí otra oferta de un señor argentino que vivía en Alemania desde hace veintitrés años, me daba trabajo y vivienda, pero cuando le pregunté por las condiciones económicas me dijo: entonces no está tan mal, y no me atreví a ir sin conocerlo de nada, a veces te tienen como a un esclavo y lo he pasado tan mal que temía quedarme tirado», continúa.
De momento, la generosidad de estas personas le ha librado de la calle. «Estoy muy agradecido, gente así se encuentra muy poca, debo dos meses y medio en la pensión y si no llego a pagar podría irme a la calle». Sabe bien de las vueltas de la vida. La suya discurre en una noria.
Quién le iba a decir cuando cocinaba en en el Instituto de Astrofísica de La Palma para el Rey y el Príncipe de Asturias que iba a pasar tres días sin comer como este fin de semana y no precisamente por dieta.
«En el observatorio canario del Roque de los Muchachos preparaba la comida para más de una treintena de astrofísicos de diferentes nacionalidades: italianos, franceses, ingleses y a veces iban el Príncipe y el Rey de visita».
La escarcha te come
Juan Carlos Ojeda teme quedarse en la calle, conoce muchos casos, la mayoría por falta de trabajo. «Cuando la calle te empieza a comer ya no tienes salida, la escarcha de la noche te come el cuerpo, aguantas unos días, un mes y caes enfermo», relata el cocinero vigués. Aún así, está convencido de que hace más el que quiere que el que puede y de que una vez que tenga el bonobús trabajará de nuevo.
Lo primero que hace cuando se levanta cada día es acudir a la biblioteca central para dar una hojeada a los periódicos y repasar las ofertas de trabajo. Algunas ya las sabe de memoria, llevan un año. También conoce los timos telefónicos, esos que tratan por todos los medios de mantenerte al aparato con tal de sacarte los cuartos.
A veces aprovecha si va a desayunar a Médicos del Mundo para llamar desde allí. Ellos ya controlan los fraudes y avisan. Otras veces encuentra alguna oferta, pero no tiene dinero para llamar. «Hoy en día nos hemos metido en un mundo muy materialista y no vemos el problema del vecino.», se lamenta.
En la actualidad está a la espera de la tramitación de la Risga (Renta de Integración Social de Galicia), solicitada el mes pasado. Para obtenerla es necesario estar empadronado en la ciudad y, por tanto, tener una residencia. Otro motivo más para temer quedarse sin techo.
Los últimos ingresos los obtuvo trabajando para un amigo como pulpeiro los fines de semana. Preparaba el pulpo en la calle con perola incluida y le reportaba 150 euros. Pero ahora el trabajo ya lo hace su amigo para ahorrar gastos.
A Juan Carlos Ojeda le gustaría embarcar como cocinero, no en vano pasó casi diez años en la mar. «Estuve en el Pesca Vigo como cocinero, en Mozambique, hacía la comida para 54 personas, ahí te mandan todo el género entero y lo tienes que desclasificar; pero ahora para embarcar te exigen cursos contra incendios en buques de carga y pasaje».