Un chocolate caliente en plena calle sirvió ayer para sensibilizar a los vigueses sobre la situación que viven más de trescientas personas sin techo, ni nada que echarse a la boca. Bajo el lema «¿Onde vas pasar o Nadal? ¡Albergue público xa!» la Red Social Galicia Sur celebró el acto en la plaza del Emigrante (esquina plaza de América con Castelao). Allí estaba Paoloni Donatello, un italiano de 37 años que sabe muy bien lo que es vivir en la calle, donde ha pasado cuatro años. Estancias de cajeros y choupanas son su refugio habitual. En la actualidad reside en una pensión, donde permanecerá dos meses, financiada por los servicios sociales. Pero, el primero de enero le aguarda de nuevo el raso. Eso, si no tiene que pasar por el Hospital Xeral, otro lugar que conoce bien tras una estancia de dos meses por problemas de columna, según explica.
Donatello llegó a Vigo después de recorrer mucho mundo (Bruselas, Londres, Berlín, Madrid, Barcelona) y decidió quedarse. «Pensé que podía estar bien», comenta. Atrás dejó a su familia y otra vida bien diferente. Del trabajo, sus últimas experiencias se limitan a prestar ayuda para aparcar coches.
Una situación similar es la que vive Carmelo Martínez, un alicantino enamorado de Vigo y de su cielo. Un panorama que tiene ocasión de contemplar en las sucesivas noches que pasa a la intemperie.
Tras divorciarse en Valencia, primero se trasladó a Alicante para estar cerca de su hija. Fue el año pasado cuando decidió mudarse a Vigo y pasar seis meses en sus calles. Este año ya lleva cuatro, tres de ellos sin techo. Los vestíbulos de cajeros o un simple banco de piedra en la zona del Náutico es todo su mobiliario. Pese a ello, piensa seguir en la ciudad. «Me quedé enamorado de Galicia, mi hija piensa que es tercermundista, que aquí se va en burro todavía, no lo conoce, ella va a Baqueira Beret», explica.
Tanto Carmelo como Donatello carecen de una Renta de Integración Social (Risga), ni de otro tipo de ingresos, más que lo que buenamente alguien les quiere dar.