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«Hablo inglés, ruso, chino, español y también ''un pouco de galego''»

Xulio Vázquez

VIGO

Es un ingeniero liberiano que trabajó en Pekín y desde hace un año y medio enseña en Vigo el idioma del país oriental

04 ene 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Tiene doble nacionalidad: liberiana y nigeriana. La primera porque fue el lugar de nacimiento de Gibson Mac (30 años) y la segunda porque la heredó de su madre. «Hablo inglés, chino, ruso, español y también ''un pouco de galego''», dice sonriendo. Lleva un año y medio en Vigo, por azares del destino. Acudía como alumno al Instituto Cervantes de Pekín -recién inaugurado- y se enamoró de una profesora viguesa. Se casaron en la capital china y tuvieron un hijo en Vigo.

Gibson Mac pertenece a una familia de cinco hermanos (dos mujeres). Estudió Ingeniería Mecánica en Liberia. Pero fue a Singapur para trabajar en una revista sobre el funcionamiento del sistema judicial en Estados Unidos. «Era una revista y mi parte consistía en escribir sobre los abogados de la defensa u otros temas de los juicios. Mis conocimientos del inglés me facilitaban las reproducciones», explica.

Tres años le fueron suficiente para aprender chino, debido a su gran facilidad para los idiomas. «Estuve cinco años en la capital china y encontré muchas oportunidades para otras ocupaciones. También di clases de inglés en una universidad. Allí tenía casi todo lo que quería y me adapté perfectamente a las costumbres del país», argumenta.

Mac dice que a los chinos les cuesta fiarse de los demás, pero que luego se logra una amistad para siempre. «Su forma de pensar es muy diferente a la de Occidente. Cada cual va a lo suyo y a nadie le importa lo que hace el vecino de arriba. Por el tiempo que estuve con ellos, puedo asegurar que son buena gente y muy trabajadores. Hice muy buenos amigos», afirma. «Para hacer cosas con los chinos al menos hay que saber comer con palillos», señala, porque lo más importantes para un chino es el trabajo y la comida, dice. Y disfrutan casi por igual de ambas.

Ahora imparte clases en varias empresas y en distintos colegios. «El idioma chino no es difícil, pero depende del interés que tenga cada uno por aprenderlo. Yo soy intérprete y traductor, y me doy cuenta de que a algunas palabras hay que saber buscarles el sentido en la frase. Y depende mucho de cómo lo pronunciamos. Se escriben igual cuatro letras que tienen significados distintos, según los tonos», explica. Pero asegura que en tres meses se puede adquirir los conocimientos suficientes «para no pasar hambre en China».

Y aprendió ruso sin clases

Él no necesitó ir a clases para aprender ruso. «En Pekín también hice de traductor de chino para alguna empresa rusa de importación y exportación. Y me dijeron que, si me pagaban ellos, por qué no les hablaba en ruso en vez de chino, pues me entenderían mejor», recuerda con cierta nostalgia. «Es un idioma muy distinto al chino porque el ruso tiene unos tonos muy fuertes, mientras que el otro se pronuncia como si estuvieses cantando. Creo que a los rusos les cuesta más aprender el chino», añade.

Pero sobre el castellano, no duda en afirmar que «es más difícil que el chino». «Aquí también les doy clases de chino a representantes de empresas de pesca que tienen negocios en China. «La mejor sorpresa que puedes darle a un chino es que le hables en su propio idioma. Facilita la amistad», afirma.