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«Cuando vine sabía música, pero ni una sola palabra de español»

Xulio Vázquez

VIGO

Da clases en el conservatorio Mayeusis de Vigo y asegura que le bastó con escuchar a sus alumnos para aprender el idioma

27 ene 2009 . Actualizado a las 20:12 h.

La música y la montaña son sus dos pasiones. Aunque la partitura de su viaje a Vigo se la dio hecha alguien de Mayeusis. Se fijó en el lituano Rimantas Zdanavicius (profesor de canto, coro y música de cámara) y le propuso contratarlo para que enseñase su arte a los alumnos del mencionado conservatorio vigués. Sigue haciéndolo después de catorce años. Cientos de jóvenes se han beneficiado de su sabiduría musical. No aparenta los 72 años del carné de identidad. Quizá lo ha renovado con su espíritu montañero en cada escalada. Tiene tres hijos en Lituania y otros tantos nietos.

Estudió música en un conservatorio de Vilnius (capital de Lituania) y también en una academia superior. «Trabajé como músico profesional en la escuela de Bellas Artes para alumnos superdotados que habían sido seleccionados de toda Lituania», explica.

Dice que de pequeño ya contaba con un piano en su casa y que su oído pronto se familiarizó con este instrumento. «Mi padre tocaba el violín y mi madre no cantaba. El piano creo que fue una herencia de mis abuelos. Existía una tradición musical en mi familia. Incluso tengo una foto de mi padre tocando con una orquesta en un seminario de profesores. Además tenía una voz preciosa, como la de un tenor clásico», argumenta.

Rimantas asegura que sus cuerdas vocales están bien forjadas y confía en que le aguantarán toda la vida. «Pero nunca en actuado como solista, sino trabajando con coros, dando clases», puntualiza. En Lituania dirigió varios coros profesionales. Recorrió Europa con el de Bellas Artes. Incluso guarda un bonito recuerdo de cuando dio clases a un coro de ciegos. «Cantaban como si vieran las letras».

A su hobby de alpinista también se suma el de esquiador, porque fue monitor de este deporte. «Con tres amigos músicos, escalé durante 20 años. Subimos a algunas montañas del norte del Himalaya, como la de Pamir, en Tayikistán, y otras del Cáucaso», señala. Desde que está en Vigo, mató el gusanillo de esquí yendo a Cabeza de Manzaneda.

Dice que la música y la escalada le proporcionan el mismo placer. «Son cosas distintas, pero es un trabajo muy intenso, en el que no se repiten las situaciones. Cuando te engancha, ya no puedes parar», manifiesta.

Libertad

Recuerda que en la época soviética la montaña le proporcionaba cotas de libertad. «Era también una ilusión de independencia. Además los viajes resultaban muy baratos y había que aprovecharlos. Otros bebían vodka, que es otra forma de aprovechar», afirma entre sonrisas.

No le resultó muy difícil tomar la decisión de venirse a Vigo. «Me empujaron los amigos y también me animó mi familia. Fue en el año 1994 y, a las cuatro semanas de estar aquí, ya me enganchó la ciudad y la ría. Y siempre me han ido renovando el contrato en Mayeusis», dice.

Afirma que tiene buen rollo con los alumnos jóvenes y mayores. «Encontré algún alumno superdotado. Pero entre todos siempre ayudamos a los que tienen más dificultad para aprender», apunta.

No tuvo que hacer la mili y aún es hoy el día que se alegra de ello. «El servicio militar en la Unión Soviética era como una novela negra. La brutalidad era obligatoria», critica.

Su método de aprendizaje del español le dio buen resultado. «Sabía música, pero ni una sola palabra del castellano. Sin embargo, me bastó con escuchar a mis alumnos en Mayeusis para aprenderlo. En los países pequeños, como Lituania, los idiomas se aprenden rápido, mientras que en los grandes no se tiene necesidad de ello», afirma. Rimantas asegura que no se olvidó de hablar ruso, «porque en clases se hablaba más que el lituano».

Dice que la música es el arte más sublime. «Empieza donde se acaban las palabras. Es muy importante para un niño que alguien cante en su casa, porque se le educará su oído musicalmente», señala.

Ahora empieza un curso de dirección coral con 35 jóvenes alumnos en Mayeusis.