Tres años después de los incendios y riadas que arrasaron el municipio de Oia, la amenaza se cierne de nuevo sobre su patrimonio arqueológico. Las llamas y las lluvias torrenciales tuvieron entonces un efecto devastador sobre los petroglifos de los montes del municipio.
El fuego arrasó 1.900 hectáreas de zona forestal y afectó directamente a 70 rocas con grabados, que acumulan centenares de figuras prehistóricas. El aumento brusco de la temperatura originado por el fuego deshizo las capas superficiales de las piedras, borrando literalmente muchas imágenes. Por otra parte, el desprendimiento de miles de toneladas de tierra que provocó el aluvión meses después también hizo desaparecer numerosos yacimientos.
El desastre fue de un valor incalculable, según los expertos en Arqueología ya que se estropearon ejemplares que eran únicos por su tamaño o por los motivos que representaban.
El tiempo vuelve a jugar en contra de algunas de estas joyas únicas. Pero, en esta ocasión, no por condiciones climatológicas adversas sino por la dejadez humana. Xabier Carrido, cantero, especialista en arqueología y presidente de la comunidad de montes de Pedornes cuando se produjeron las riadas, daba ayer la voz de alarma.
«En otras parroquias, como la de Viladesuso, se vendió la madera quemada, pero en Pedornes quedaron en el monte el ochenta por ciento de los pinos (más de medio millar) con las raíces carbonizadas», explicaba. Esos árboles han empezado a caer y acampan sin control por todo el espacio, no solo por los senderos que permitían recorrer los yacimientos prehistóricos sino sobre los propios grabados. Los daños son de nuevo visibles. «Al caer, los árboles golpean los elementos que ya estaban aletrados por el fuego y las riadas y acaban de desprenderse», señala Garrido.
La acumulación de madera en las pistas dificultan el acceso hasta la zona, una de las más importantes de toda la franja atlántica europea. «Es el tercer atentado contra las muestras de arte rupestre más antiguas de Galicia en tres años», considera Xabier Garrido. Alcanzar los conjuntos supone una arriesgada aventura porque los caminos están llenos de madera acumulada. Al llegar, se evidencian los efectos del abandono sobre las estaciones arqueológicas de la cuenca del río Vilar y la amenaza sobre los manantiales.