El Feroso da su adiós a las armas

VIGO

A finales de marzo de 1964, el Concello de Vigo pagaba tres millones de pesetas al Ministerio del Ejército por la cesión de los castillos de San Sebastián y O Castro

01 abr 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Los castillos de San Sebastián y O Castro obtuvieron su licencia definitiva del ejército a las doce de la mañana del 28 de marzo de 1964. En el edificio del gobierno militar, actual edificio municipal de O Areal, se firmaba la cesión al Concello de Vigo. El alcalde José Ramón Fontán firmaba la escritura ante el notario vigués Alberto Casal, el mismo al que Cunqueiro había dedicado Merlín e familia . Unos días antes de la firma, el Concello ingresaba tres millones de pesetas en el Banco Pastor en concepto de compensación al Ministerio del Ejército.

El monte Feroso cerraba una larga trayectoria militar que se había iniciado a mediados del siglo XVII, cuando se construyeron los dos recintos amurallados para mejorar las defensas de la ciudad, una circunstancia que impidió aquel mismo siglo la conquista portuguesa de Vigo, pero no la invasión británica de 1719, ni la francesa de 1809. Desde entonces, la colina viguesa fue zona usufructuada por el ramo de la Guerra. Tras la Real Orden de 1861, que autorizaba el derribo de las murallas de la ciudad, las autoridades locales iniciaron una serie de trámites para reconquistar el Feroso. En 1862, otra Real Orden permitía edificar libremente en todos los terrenos, a excepción de la parte correspondiente a la zona militar de los castillo.

Ya en 1926, el presupuesto municipal consignó una partida de 625.000 pesetas destinada a adquirir la finca de El Carmen con el objetivo de permutar el Castro, que ya solo era empleado como lugar para el lanzamiento de salvas de honor. No fue de aquella, ni tampoco en 1930, momento en el que se dio por hecho en un medio de comunicación local el traslado de la batería del Castro. Vigo crecía urbanísticamente pero chocaba con el monte, que impedía abrir calles o una ordenación adecuada para convertirlo en el lugar de esparcimiento que es hoy en día.

A finales de 1931, el jefe militar de la plaza de Vigo enviaba al Ministerio de la Guerra un informe favorable a la cesión gratuita al ayuntamiento, pero tampoco surtió efecto. Mientras tanto, surgían sin ningún tipo de planeamiento construcciones en los lugares más alejados de los recintos militares.

La Gaceta del 22 de diciembre de 1933 publicaba una orden ministerial de la Guerra por la que se resolvía que Vigo dejase de ser plaza fuerte, es decir, que tuviese una batería siempre dispuesta para hacer saludos a los buques de guerra y contestase a las salvas que indicaban las disposiciones vigentes. Fue un paso importante para dejar sin sentido la existencia de la batería del Castro.

Reforestación

A comienzos del año 1934, la propiedad del monte pasó del Ministerio de la Guerra al de Hacienda, pero tampoco redundó en ningún beneficio para la ciudad. De hecho, el inicio de la guerra, en julio de 1936, devolvió la titularidad al ejército. Sin embargo, tras la guerra comenzaron a cambiar las cosas en la relación de la ciudad con el Estado. A mediados del año 1941, el ayuntamiento trazaba el primer plan general de transformación, que combinaba la reforestación con la urbanización del monte. Se comienza entonces a hablar del gran parque del Castro.

En marzo de 1943 se inauguraba el primer bar, que regentaría Benigno Alonso; y en 1948 se realizó la escalinata de ascenso a la cumbre. Ese mismo año, se construyó el restaurante El Castillo, proyecto del arquitecto municipal Emilio Bugallo. Solo quedaban los dos castillos, que serían reconquistados el 28 de marzo de 1964. La corporación viguesa tardó solo siete años en destruir la mayor parte del castillo de San Sebastián, sobre el que levantaron la actual casa consistorial.