Suele arreglar una media de 50 pares diarios, la mitad menos que antes de la crisis. Dice que hay gente que compra el calzado en los chinos y, al estropearse, lo tira
20 sep 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Xulio Vázquez El escritor romano Plinio el Viejo describió una divertida anécdota sobre el pintor Apeles (el más famoso de Grecia en la antigüedad) con un zapatero. Cuenta que había colocado un cuadro en el voladizo de su casa y que se escondió detrás de una mesa para escuchar la crítica del pueblo llano. Pasó un zapatero y observó que le faltaba alguna tira a la sandalia. El artista remedió el error. Pero al día siguiente el mismo artesano le puso defectos a la pierna de la figura. A lo que respondió Apeles, diciéndole que no le admitía más reproches, ni un centímetro por encima del calzado. De ahí procede la expresión «zapatero a tus zapatos». José Manuel Carrera Míguez (54 años) se aplica esta máxima desde hace cuatro décadas. «Por mis manos han pasado ya más de un millón de pares de zapatos, seguro», afirma. -¿Cómo fueron sus inicios? -Empecé a los 14 años. Trabajaba en un lavado de coches, cuando me visitó el dueño de la zapatería Tres Eses, que ya no existe. Me prometió un buen salario y me fui. Estuve con ellos veinte años en la calle Cruz Blanca en O Calvario. Por allí pasaron buenos profesionales. Luego cerró y me viene para aquí, hasta que me quedé al frente de este negocio. Enseñé a muchos. -Pero este oficio sobrevive en manos de unos pocos. -Sí. Quedan pocas zapaterías, porque entonces había una en cada esquina. Sin embargo, se está dando la circunstancia de que algunos viejos zapateros vuelven a su oficio tras quedarse en el paro. En Navia ya montaron dos y hay más en proyecto. -¿Cambió la forma de trabajar? -Cambiaron sobre todo los materiales. Antes eran más duraderos. Se trabajaba mucho con la suela y había que machacarla. Se decía que no los gastarían hasta el día del entierro. Ahora es casi todo sintético. También se emplea más la goma. La mayoría de los que se usan hoy son de plástico y no se pueden hacer obras de artesanía. Van a los chinos y por cinco euros ya se compran un par de zapatos. Y, cuando revientan, los tiran. -¿Y las máquinas? -Siempre trabajé con las de última generación. Tengo ahí una de coser, lijar y rematar. Entonces solo la tenía Tres Eses en toda Galicia. Hoy hasta hay máquinas con música y aspiradora. -¿Hizo zapatos a medida? -Aprendí a hacerlos, pero en mí época ya no se hacían. Ahora hay quien aprende el oficio con un simple cursillo. Porque solo ponen tapas y files, como sucede en las zapatería rápidas de las grandes superficies. Aquí también puedo poner piezas, arreglar un elástico, dar un cosido o colocar una escombrera. -¿Más hombres o mujeres? -Vienen más hombres que antes, pero mayoritariamente las mujeres, porque también ellas traen los de los hombres. -¿Aprovechan más los zapatos con la crisis? -Se miden más a la hora de arreglarlos. Traen uno solo, si el otro tiene las tapas menos gastadas. -¿Cuánto cuesta ponerlas? -Para unos zapatos de mujer valen como mínimo 4 euros. -¿Usan muchos tacones? -Más que antes. Ahora hay chicas de más de 1,80 de altura y llevan tacones altos y finos. Es lo que más se estropea. -¿Los colores? -Se necesitan más tintes, porque los hay de todos los colores, del rosa al amarillo. Los hombres los prefieren marrones. -¿Calza bien la gente de Vigo? -Hay gente que sí, pero ya no hay zapatos de tanta categoría como antes. -¿Suele fijarse en los zapatos cuando ve a una persona? -Pues sí, deformación profesional. A veces me da pena ver algunas chicas tan monas caminando de lado, con el calzado sin tapas y deformado. -¿Sabrá de qué pie cojean los vecinos? -(Risas). En eso no me fijo. -¿Vio «Tacones lejanos»? -Sí, y me gustó la película. -¿Por qué siempre probamos el calzado con el pie derecho?
-Porque es algo más grande que el izquierdo. -¿Arregla muchos pares al día? -Unos cincuenta, la mitad menos que antes de la crisis. -¿Algún cliente en especial? -Un viajante madrileño, porque dice que aquí se los arreglan mejor. -¿Sabe chistes de zapateros? -El último que me contaron dice así: «Acaban de salir todos los gais del armario, ¿y de qué parte? del zapatero». (Risas). -¿No entrarían con calzador? -Eso le sucede a algunas mujeres que ha comprado los zapatos en las rebajas y ahora se los tengo que meter en la horma. -¿Cómo les ha influido tener un «zapatero» en La Moncloa? -(Sonríe). Nos ha servido para que nos suban los impuestos.