Dicen que el hombre del neardental se extinguió hace 28.000 años. Su mentalidad, sin embargo, pervive en algunos de nuestros congéneres. Tal es el caso del alcalde de Oia, Alejandro Rodríguez, que acaba de demostrar que piensa como un auténtico cavernícola.
El caso es escandaloso. En la parroquia oiense de Burgueira, una excavadoras acaban de destruir un yacimiento arqueológico, compuesto por unos singulares petroglifos. En su lugar, se ha levantado una plantación de kiwis. Las piedras, que antes lucían hermosos laberintos, labrados por nuestros antepasados, fueron destruidas, formando una montaña de grava.
La nueva plantación de kiwis pertenece a la comunidad de montes de Burgueira, que preside el concejal de Urbanismo de Oia. En su descargo, el político aseguró que el conjunto arqueológico no aparecía catalogado y que dio licencia desconociendo su existencia. La explicación resulta un poco chusca: Aunque no apareciese en los papeles, ¿cómo iba a desconocer él que en esos terrenos había unos petroglifos milenarios, si es vecino de la zona?
Pero el edil, al menos, intenta justificarse. Ya dará las explicaciones pertinentes ante la Justicia. Lo realmente asombroso es lo que declara el cavernícola. Atención: «El único que podía paralizar esa obra es el alcalde y no lo he hecho porque Oia tiene que mirar al futuro, no al pasado, y unas piedras no pueden ser un obstáculo para que se pueda producir o no». Con semejante frase, el alcalde reconoce que destruyó el patrimonio histórico de forma deliberada. Lo que equivale a pedir a la fiscalía que actúe de oficio.
Lo asombroso, sin embargo, no es el fondo jurídico del caso, sino el descaro con que se presume de esta mentalidad cavernícola. Los petroglifos constituyen las formas artísticas más antiguas que se conservan en Galicia. Y los de Boaventura, en Burgueira, eran únicos, al ser labrados sobre xisto, una piedra pizarrosa poco común en la costa.
Cuando Alejandro Rodríguez habla de «unas piedras», debería recordar que su mandato es de cuatro años. Y que los hombres del Neolítico grabaron esos petroglifos hace tres mil. Lo que daría para 800 mandatos como el suyo. Y nadie nunca antes, ninguno de sus antepasados oienses a través de treinta siglos, tuvo la ocurrencia de destruirlos.
Por fortuna, no creemos que la carrera política de este señor le lleve más allá de Oia. No queremos imaginarlo en la alcaldía de Atenas ni en la de Roma, tirando la Acrópolis o el Coliseum para plantar boniatos. Al fin y al cabo, ambas construcciones son también «unas piedras». Así que no podemos comparar a Rodríguez con un hombre prehistórico. Porque, donde él ve piedras, otros ven arte. Por ejemplo, los cavernícolas.