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Piden cuatro años de cárcel por robarle el móvil a una taxista y darle una patada

E.V.Pita VIGO/LAVOZ.

VIGO CIUDAD

20 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

La Fiscalía pide cuatro años de cárcel para un joven acusado de robar con violencia un teléfono móvil a una taxista y darle una patada cuando le recogió en la zona de copas de la calle Lepanto a la salida de un after hours el 14 de noviembre del 2009. Un grupo de taxistas persiguió al supuesto agresor y a sus amigos cuando caminaban por la calle Urzaiz y una colega de la lesionada indicó su posición a una patrulla policial.

El acusado es Pablo P.C., un estibador portuario que vive en Cabral. Quería volver a casa con dos vecinos y amigos de juerga, y tomaron un taxi en Lepanto. Este alegó ayer en el juicio que estaba bebido y drogado porque llevaba 24 horas de fiesta, estuviera en una discoteca de Samil con dos amigos, consumió dos gramos de cocaína y bebió diez copas. Asegura que no quería robar el aparato, valorado en 41 euros y que luego tiró al suelo. Su única intención era vengarse de la autónoma porque se negó a llevarle en el taxi a él y a dos amigos y los mandó apearse. Los colegas obedecieron pero el implicado se apropió del móvil que la conductora tenía en un cajetín del cambio de marchas y cuando la otra se lo reclamó, el joven le propinó desde fuera una patada en la nariz y las gafas que le hizo sangrar. Veinte metros después, arrojó el móvil a la calzada y lo aplastó un coche que pasó.

Su abogado cree más justo que el juez le condene por una falta de daños por romper el móvil y otra de lesiones de darle la patada a la profesional. El joven, que suma varias detenciones anteriores, está en prisión provisional por estos hechos y el abogado ha pedido al magistrado que le ponga en libertad provisional.

Tres direcciones distintas

El juicio se celebró en el juzgado de lo Penal número 2 de Vigo. El acusado admitió la agresión en las imágenes que le mostró el fiscal en el vídeo que grabaron las cámaras de un hotel de la calle Lepanto.

La taxista declaró que el implicado le dio mala impresión porque, antes de subir, orinó en una pared. Le dio mala espina que sus clientes le diesen tres direcciones distintas. «Me dicen que no saben a donde van, me mandan a una calle sin salida y una nave en ruinas. Si no me dan una dirección, no puedo ir. Él estaba muy alterado y yo recibí sin culpa ni pena», dijo.