Fernández Vior, destacado masón y comerciante de Figueras en Uruguay
A Mariña
Su hijo fue diputado, diplomático y director del Archivo de la Nación
20 Sep 2020. Actualizado a las 05:00 h.
El puerto de Ribadeo fue, durante largo tiempo, la Puerta de América. Por él salieron cientos, miles de emigrantes hacia esa tierra de promisión que un día fueron los países de Centro y Sudamérica. Uruguay fue uno de ellos. Y el Concello de Castropol, tal vez el que aportó más desplazados al paisito. José Mª Fernández Vior, de Figueras, y su hijo, José Mª Fernández Saldaña, son solo dos relevantes personajes de una larga relación de castropolenses que jugaron un destacado papel tanto en la nación que un día fue llamada La Suiza de América como en sus localidades de origen.
Vior nació el 20 de julio de 1838 en Figueras de Castropol. Llegó a Montevideo muy joven pero pronto ingresó en una logia masónica que lo envió a Colonia, Fray Bentos y Paysandú, donde se radicó. En 1868 pasó a Salto con la misión de fortalecer y reorganizar la logia que todavía hoy sostiene la Escuela Filantrópica Infantil Hiram. Allí fundó y presidió el Consejo de Vigilancia y Administración de lo que el historiador Armando Olveira llama «un emblema del racionalismo masónico en América Latina».
«Hemos plantado una semilla de igualdad. Defendemos el derecho universal a la enseñanza humanista, laica y gratuita, sin distinción de razas, credos o ideologías. A ningún salteño se le cerrarán las puertas, pero tendrán prioridad los pobres de solemnidad», dijo Fernández Vior en su discurso inaugural del citado Consejo. Sus palabras fueron hechos cuando el instituto envió, cuatro años después, sus primeros alumnos a una Universidad hasta entonces reservada a las clases dominantes.
El emigrante de Figueras era un hombre no muy alto pero sí recio y robusto, de nariz afilada y algo calvo. Su fuerza física era pareja a su firme carácter y gran determinación. Se dedicó al comercio y fundó la Barraca Central de Salto, una empresa mayorista en la venta y distribución de frutos, cueros y lanas que comercializaba tanto en el interior del país como exportaba a través del puerto de Montevideo. Se casó con Dolores Saldaña, hija de Atanasildo Saldaña, jefe político local de Salto.
Cuando tuvo una sólida posición, participó también como accionista en la firma José Mª Guerra y Cía, la encargada de proporcionar y transportar la maquinaria y los materiales precisos para la compañía que explotaba la fiebre del oro en Cuñapirú, en el actual departamento uruguayo de Rivera. Eso le permitió trabar una gran amistad con Clemente Barrial Posada, un ingeniero asturiano nacido en Brez (Taramundi) en 1842 que fue pionero en la explotación del oro en esa zona en la segunda mitad del siglo XIX. Barrial construyó para ello una fábrica y una represa de 314 metros de largo ?la primera hidráulica de América Latina- que dio forma a un lago artificial de 3 millones de metros cúbicos de agua que alimentaba 5 turbinas de 150 caballos de potencia cada una.
Grado 33 del Supremo Consejo del Gran Oriente y el insólito entierro del almacenero Benito Galeano
José Mª Fernández Vior alcanzó el Grado 33 en la masonería uruguaya y fue miembro activo de su Supremo Consejo del Gran Oriente. A través de su logia Hiram-Unión fomentó cursos y clases nocturnas para padres y alumnos que luego fueron tomadas como ejemplo por el Ministerio de Instrucción en 1904 para diseñar el sistema de enseñanza estatal. La Escuela Filantrópica tenía tres áreas: la artística (literaria, plástica y musical), la profesional y la administrativa (contabilidad, dactilografía e inglés).
Como masón ?según dice Eduardo Taboada en Salto de ayer y de hoy- Fernández Vior participó en el insólito entierro de su camarada Benito Galeano, un almacenero español masón que falleció en 1879 renegando de la extremaunción. Su viuda ?que era pacata, cristiana y de misa diaria- pidió que el féretro de su marido pasara por la iglesia de la Merced antes de ser inhumado. Un gesto inusual y contrario a la masonería pero aceptado por la logia local por razones de tolerancia y buena vecindad.
Razones que no atendía el párroco, Pedro García de Salazar, que atrancó las puertas del templo y se atrincheró en el frente, rifle en mano y pistola al cinto, cuando se acercó el cortejo fúnebre con la bandera masónica cubriendo la caja. El cura, que era vasco, comenzó a dar vivas al Carlismo mientras apuntaba contra los infieles. No disparó pero el clima era de tal tensión que fue preciso llamar a los cónsules de España y Portugal como mediadores y, entre Fernández Vior y el jefe político local, Alejo Castilla, embarcar en una lancha al fanatizado mosén y llevarlo a Concordia, una villa argentina situada enfrente de Salto, al otro lado del río… Una vez resuelto el momento crítico, el cadáver entró en la iglesia con permiso municipal para cumplir el deseo de la desconsolada esposa…
Su hijo, diputado, diplomático y director del Archivo de la Nación
José María Fernández Vior y Dolores Saldaña tuvieron un hijo, José María Fernández Saldaña, que nació en Salto el 19 de enero de 1879. Se educó en la Escuela Filantrópica Infantil Hiram y, junto a otros compañeros de ese mismo centro, habría de formar parte de una generación que dejó su huella en las letras y en la ciencia del Uruguay: entre otros, los escritores Horacio Quiroga, José y Asdrúbal Delgado, Horacio Maldonado y César Miranda, miembros del movimiento innovador de los 900.
Fernández Saldaña fue juez de paz en Minas, diputado en el Congreso por el departamento de Lavalleja, diplomático en Brasil y directivo del Archivo General de la Nación y del Museo Histórico Nacional. Según el historiador José María Castellanos, «la tarea a la que consagró sus mayores desvelos fue la reconstrucción del pasado, la salvación de documentos, retratos, fotos, litografías y grabados cuya valiosa colección es hoy uno de los grandes atractivos de la Biblioteca Nacional».
Saldaña escribió sobre temas históricos en revistas como La Alborada o Rojo y Blanco y en periódicos como el conservador La Mañana o El Día, en cuyo suplemento fue compañero del figuerense José Luis Pérez de Castro ?abogado, experto asturianista y director del Real Instituto de Estudios Asturianos, de 1996 a 2006- que, tras su boda con la uruguaya Elsa Pérez Sanmartín en 1958 residió en Montevideo tres años. Saldaña, que colaboró en el diario argentino La Prensa, formó parte de la redacción de El Diario del Plata. Sus obras más destacadas son el Diccionario Uruguayo de Biografías, Pintores y escultores uruguayos, Historia general de Salto y los 2 volúmenes de Historias del viejo Montevideo. Era masón y conservador. Y falleció en Montevideo el 16 de diciembre de 1961.
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