La estatua de Pastor Díaz, financiada por emigrantes, suscitó controversias en Viveiro
A Mariña
El Centro Gallego de La Habana abanderó el proyecto
02 Jan 2022. Actualizado a las 05:00 h.
Onde hai unha leira, facer un país. Eso se decía en los albores de la Autonomía. Pero cien años antes, en La Habana, otros gallegos decían lo mismo. Sabían que, para forjar un país, se precisa vertebrarlo pero también un sistema de referencias, mitos, leyendas, personajes comúnmente aceptados… Y se pusieron a ello. El Centro Gallego financió la colocación de varias estatuas de próceres en Galicia. Una de ellas, no exenta de debate y controversia, fue la de Pastor Díaz, en Viveiro.
En marzo de 1889, en el 26 aniversario de su muerte, se formó una comisión, presidida por Francisco P. Moas, para homenajear al escritor y político. Querían levantar su estatua en la Plaza de la Constitución y, para sufragarla, llamaron a varias puertas y a las sociedades de emigrantes de América. El Centro Gallego de La Habana abanderó el proyecto y ocho meses después ya recaudara 761 pesos oro y 146 billetes.
Pero pronto empezaron las polémicas entre El Eco de Vivero ?semanario conservador fundado por Teodoro Botino- y El Vivariense, liberal sufragado por Jesús Franco. La comisión y El Eco abogaban por que la escultura, las inscripciones, los mármoles y la verja de hierro se encargasen a Madrid y Barcelona. Y El Vivariense, por medio de Alfredo Dóriga, exigía que todos los trabajos fueran por manos gallegas: «¿Por qué no se le concede a un escultor gallego pues nosotros también tenemos familia, artistas y obligaciones que cumplir?. ¿Acaso llaman en Cataluña a los gallegos para sus monumentos?. No. Y mientras, los reputados Isidoro Brocos, Pedro Mayoral, Agustín Mirás y otros gimen en el olvido cuando no en el desprecio.». La polémica duró dos años y se pedía cesar a la junta para que «no tuerza con su conducta la buena intención de los gallegos de América cuyo pensamiento siempre está fijo en los más altos y sacrosantos intereses de la patria».
Al final, la arbitrariedad y los manejos de El Eco pudieron más que la defensa de los tallistas gallegos y la estatua se colocó en 1891. Era de bronce, pesaba 1.250 kilos y medía 2,80 de alto. Fue modelada en Barcelona por el escultor José Campany y fundida en los talleres del Arsenal civil a cargo de Volghemutch y Cía. El pedestal tenía cuatro cuerpos en forma circular. En lápidas de mármol, adheridas a la columna, iban las siguientes inscripciones: de frente «Al Excmo. Sr. D. Nicomedes Pastor Díaz»; al lado derecho: «El Centro Gallego»; en la parte posterior «D. N. Pastor Díaz nació en Vivero el 15 de septiembre de 1811. Fue rector de la Universidad Central, académico de la de Ciencias morales y políticas, Ministro de España en Turín y Lisboa, Ministro de Comercio y de Instrucción y Obras Públicas, de Estado y de Gracia y Justicia. Falleció el 22 de marzo de 1863. Las musas le lloran, la poesía bendice su recuerdo»; y al lado izquierdo: «Su país natal, la provincia, el Estado y sus admiradores le dedicaron este monumento». Una verja de hierro ?que los herreros locales intentaron llevar a los tribunales- circundaba el monolito.
Jesús Cora: «Sin memoria, la sociedad se abismaría en la barbarie»
La primera piedra se colocó un año antes, el 16 de julio de 1890. Bendijo el acto el arciprestre Manuel Rouco y el representante del Centro Gallego, Jesús Cora y Cora, leyó el acta ante el alcalde, Víctor Avila y Chas, y el notario Antonio Pernas Martínez.
Emilio Tapia, secretario, dio vivas a Vivero, Lugo y al Centro Gallego y el diputado Ramón Rebellón, al Rey… Se repartió un número extra de El Eco de Vivero.
El ejemplar llevaba la biografía de Pastor Díaz, su poesía A Alborada y artículos, entre otros, de Pardo Bazán, Camelia Cociña, Raimundo F. Villaverde, Calixto Varela, Paz Novoa, Ramón Rebellón, Pedro Manuel Trobo, Jesús Cora, Bernardino Moas, Rodríguez Franco, Castro López, Riguera Montero, Parga Sanjurjo y otros.
La Pardo Bazán dijo que Pastor Díaz «no por haber escrito en castellano deja de ser una de las almas más gallegas», Camelia Cociña que «por el amor fue desgraciado» y Parga Sanjurjo lo calificó de «precursor del renacer de la poesía gallega y junto a Rosalía un astro de primera magnitud». Rodríguez Franco destacó que «vivir ministro y morir pobre, en la España del siglo XIX, son el mejor elogio de Pastor Díaz». Y Jesús Cora, comisionado de los emigrantes, proclamó: «Alguien llamó felices a los pueblos sin historia ni memoria, ignorando que, sin esa luz de los tiempos y maestra de los hombres, la sociedad se abismaría en la barbarie. Felices los pueblos que tienen historia pues contando con hechos heroicos y con nombres ilustres caminarán por la senda del perfeccionamiento».
La inauguración tuvo lugar el 26 y 27 de septiembre de 1891. Hubo velada literaria en el Teatro, iluminación de la travesía, regatas, cucañas, bailes, misa solemne en la parroquia de Santiago con una orquesta dirigida por A. Latorre y procesión cívica. La Sociedad de Obreros iluminó y decoró la casa natal del escritor ?entonces perteneciente a la viuda de Botino- y organizó una representación teatral. La Tertulia de Confianza y el Círculo de Vivero celebraron sendos bailes. Y el Colegio de Latinidad inició, de modo solemne, su curso académico.
El año en que María Cristina, la Reina Regente, le concedió el título de duodécima ciudad gallega
En 1891 Viveiro tenía 12.843 habitantes (hoy cuenta con 15.391) y el Registro civil constató 309 nacimientos, 67 matrimonios y 244 defunciones. La Reina Regente, María Cristina de Habsburgo y Lorena ?madre del aún niño Alfonso XIII- le otorgó aquel año el duodécimo título de ciudad de Galicia a Viveiro, en vista de que la unión de Vilagarcía y Carril ?que optaban al título- no se había consumado. Además de A Coruña, Lugo, Ourense, Santiago, Ferrol, Mondoñedo ?ciudad desde 1156 con Alfonso VII-, Betanzos y Tui ?tituladas en 1465 y 1623, respectivamente- en el siglo XIX fueron declaradas ciudades Vigo (1810), Pontevedra (1835), Monforte (1885) y Viveiro (1891).
La capital contaba con dos sociedades de recreo: El Círculo de Viveiro, creado en 1869, con 300 socios de todas las clases y un espacioso y elegante edificio con vistas a la Marina que disponía de sala de billar, gabinete de lectura y salón de baile; y la Tertulia de Confianza, creada el año anterior, con 80 socios y un local de la calle del Puente.
Pero la entidad más relevante era la Sociedad de Obreros de Vivero. Se constituyó en 1888 por iniciativa de algunos artesanos, apoyados por obreros y varios protectores, para llevar a cabo acciones de socorro e instrucción. En un local del atrio de Santa María mantenía una escuela de enseñanza elemental y organizaba charlas y conferencias. Ofrecía a sus socios asistencia médica y medicinas gratis. En 1891 tenía 200 socios «y pasará de mil el día que pueda extender sus beneficios a los trabajadores del campo y del mar», decía la prensa.