Una de las últimas tabernas de aldea donde comer caliente y alegrar el espíritu
Ourol
Cristina Bermúdez, de 41 años, lleva seis al frente de la Taberna de Xerdiz, en Ourol
17 Nov 2022. Actualizado a las 05:00 h.
Normas de la casa: enfadarse muy poco, saber perdonar, gritar solo de alegría, besarse 1.000 veces al día, reír a carcajadas, abrazarse muy fuerte, sonreír cada día, llorar solo de emoción, ser feliz y quererse un montón. Este decálogo, que preside el mostrador principal, define bien el espíritu de la Taberna de Xerdiz, en Ourol, una de las pocas tabernas de aldea de A Mariña donde todavía se puede comer caliente y llenar el espíritu de alegría, como reconoce su propietaria, Cristina Bermúdez Martínez. Hace seis años que esta viveirense de 41 se hizo cargo de un negocio hostelero que llevaba dos años cerrado y que en su día funcionó como «cooperativa del campo»: vendiendo abonos, piensos y aperos, pero organizando también fiestas en su salón.
«Estes bares tiñan que estar ausentes de impostos porque nos fan un servizo á pouca xente que quedamos na aldea que é impagable», destaca Lino Chao Pedre, de 82 años y cliente asiduo de un negocio que de lunes a viernes sirve una media de 25 menús del día de comida casera a obreros de la madera y de los parques eólicos o mantenimiento de pistas, entre otros. Los domingos y festivos se suman cazadores, y en verano, pintores o louseiros que arreglan casas en la zona. Callos, fabada, caldo, guisos, carne asada o costilla forman habitualmente parte de una carta en la que los torresmos no pueden faltar. «Pode haber croquetas, empanadillas..., que como haxa torresmos non as proba ninguén», bromea Cristina, que está encantada en su taberna.
Cristina Bermúdez, propietaria de la Taberna de Xerdiz: «Non cambio este traballo por nada do mundo, a xente que non quere traballar no rural non sabe o que perde»
Cristina Bermúdez Martínez, de 41 años, trabajó en Viveiro en una tienda de ropa, una pastelería o un pub antes de hacerse cargo de la taberna de Xerdiz. «Miña nai é de Miñotos e é un negocio que sempre me chamou a atención, que sempre me gustou. Por iso cando pechou, pensei: ‘Pero se antes funcionaba, por que non vai funcionar agora?’. Así que cando o meu fillo tiña 8 meses animeime», reflexiona una emprendedora cuyo carácter especial, afable y cercano, es parte imprescindible del éxito del negocio. Destaca que lo mejor de la taberna es el ambiente «súper familiar». Las horas del café, de los vinos, de los menús o de la partida generan a menudo momentos de encuentro, de humanidad. «Moitas veces a xente o que necesita é falar, que a escoiten..., e cando se pode son a primeira en tomar un café ou un viño», sonríe Cristina. Los dos años de covid supusieron un cambio grande que restó afluencia, por ejemplo, a los entierros. «Antes do covid faciamos o magosto, o entroido, traía un dúo ou un trío..., pero agora non atopas xente para traballar. Aínda que busques persoal non chama ninguén», completa.
Cooperativa del campo. La Taberna de Xerdiz vendió durante décadas abonos, piensos y aperos. Además tenía un salón de fiestas.
Menús y comida por encargo. De lunes a jueves, la taberna abre de nueve a seis de la tarde, aproximadamente, y ofrece menús a mediodía. Viernes, sábado y domingo el horario se prolonga.