La Voz de Galicia

Su hermano regresó rico, compró el palacio Florentino y murió de sífilis en La Habana

Ribadeo

martín fernández

Era el mayor de los ocho hijos que tuvieron Manuel Antonio Fernández y Josefa Juana das Tablas

14 Aug 2021. Actualizado a las 22:06 h.

Los padres de El Patatero, el ebanista Manuel Antonio Fernández y Josefa Juana das Tablas, tuvieron ocho hijos. El mayor -y uno de los tres que sobrevivieron- se llamaba Florentino y había nacido en Ribadeo el 2 de diciembre de 1845. Fue precursor, antecedente y, tal vez, inspirador del carácter estrafalario de su hermano Manuel, El Patatero. Los tres hermanos ?Florentino, Manuel e Inés- emigraron el mismo año, en 1868. El primero a Buenos Aires y los otros dos a Montevideo. A Florentino le fue muy bien y veinte años despues regresó enriquecido a Ribadeo.

Según Gamallo, el 2 de enero de 1891 compró a los herederos de Rita Lamas y Prelo una de las más céntricas y confortables casas de la villa, de 760 metros cuadrados, ubicada en el solar que años despues ocupó el Cine Colón. Pagó por ella la entonces astronómica cantidad de 30.500 pesetas, cifra que hoy rondaría los 600.000 € considerando que el m2 en Ribadeo se cotiza a 765€…

La mansión tenía planta baja, piso, desván y un gran patio con pozo. Los balcones eran de hierro forjado. Como buen indiano, Florentino gustaba de ostentar y lo primero que hizo fue dejar su sello en la antigua casa hidalga y sobre los balcones grabó la inscripción «Palacio Florentino». Así se sabía quién era el dueño y cuál su nivel.

Tenía entonces el hijo del ebanista 46 años. Era un triunfador y quiso picar alto. Pretendió a Elisa Malvares Cancio, una fidalga con pazo y fincas en Cubelas, Reme y otros lugares. Pero lo rechazó: no mezclaba bien el tronío rural y el coche de caballos de ella con las dos largas y grasientas trenzas rubias de él que o le caían sobre los hombros o se enroscaban dentro de un sombrero de copa, colorido y con lamparones. Así que, frustrado e incomprendido, Florentino se marchó de nuevo, esta vez a Cuba, la isla hermosa del ardiente sol, la de las fogosas mulatas y el agua escasa…

En Ribadeo los vecinos cuchicheaban que, en La Habana, el enriquecido indiano llegaba a estar quince días sin acostarse en una cama, que dormía al raso o en hamacas con morenas, que si patatín, que si patatán…. Total, sifilítico perdido. O, como disimulaban sus amigos, filatélico… deliraba y, para curarlo, le suministraron altas dosis de mercurio. Pero el metal se le concentró en los párpados que, con tal peso, le caían y le privaban la visión…

Como las pulgas ya eran pocas, perdió un pie. Tenía la costumbre de andar siempre con botas altas y ceñidas. Y un día de lluvias tropicales y calor quiso sacarse la izquierda y tanto tiró y tiró que descolocó el tobillo. El galeno, cuando lo vio, dijo que estaba engangrenado. Murió el 15 de abril de 1901. Tenía 55 años...

Vales, carteles, coplas y una fuente mejor que la de Vegadeo

El Patatero regresó a Ribadeo el mismo año en que murió Florentino. Vivió con su padre que murió en 1908. Entonces, heredó y tomó el mandó. Arrendó las estancias del Palacio Florentino a Salvador Rodríguez, Vivín, a Antonio Gamallo y a otros negocios pues en la Plaza de Abaixo estaba el Concello y se celebraban mercados.

En 1917 murió su hermana Inés y dos años después El Patatero subastó la mansión: «¡Un gran negocio!. El mejor que puede realizarse este año en Ribadeo es la compra del Palacio Florentino cuya subasta se celebrará el dia 8 de septiembre de 1919, de 11 a 12. Para informes, dirigirse al procurador don Emilio García, calle de la Trinidad, Ribadeo».

Lo vendió a Carmen de la Barrera Rodríguez y ésta a Manuel de la Barrera que lo derribó para edificar viviendas pero hubo un incendio y acabó levantándose el Cine Colón.

La vida del Patatero transcurría entre la excentricidad, los regalos y la chacota. Los niños le cantaban canciones y él les daba 15 o 20 céntimos. Imprimía vales y recordatorios entre el vecindario: «Vale por 50 céntimos que abonará al portador Manuel Fernández Tablas todo el mes de enero o el de San Juan por ser el santo de mi finada madre» o «Este año de 1929 tendremos en la Plaza del Campo una Gran Fuente de Adorno, mucho mejor que la que tiene Vegadeo en su Plaza, para lo cual nuestro anciano y amigo don Manuel Fernández Tablas gastará 2.000 pesos que conserva en el Banco y con ello hará un beneficio al pueblo y honrará su memoria».

Se comunicaba mediante carteles: «Se precisa una joven sirvienta que reúna buenas condiciones y será premiada» (un vecino chungón puso “preñada”); «Se precisa persona atenta para acompañar a un anciano que desea le sirva de guía en sus paseos, además tendrá por obligación hacer comida para ambos y leerle diariamente lo que le mande. El interesado se llama Manuel Fernández Tablas, reside en Ribadeo, posee cuatro casitas de su propiedad y no tiene herederos forzosos. Percibirá quién le atienda 30 pesetas mensuales, ropa limpia y alimentación». A veces, andaba en coplas: «Don Manuel del Patatero/ tiene una mona pelada/ que la trajo de Sevilla/ cuando fue a ver a su hermana». Y si alguna compañía de teatro o varietés actuaba en el Teatro, los empresarios instaban a las artistas a decirle algo picante pues el público se reiría…

El Patatero, sin duda alguna, era un guasón. No es seguro que la forma de recordarlo hoy le hubiera gustado mucho. O sí: un Cabezudo de los que salen en el Antroido lleva su nombre.

Un personaje singular, de los más peculiares, que se recuerda en Ribadeo. Manuel Fernández Tablas.

Organizó una fiesta de la patata en 1886 para homenajear al antepasado que la introdujo en A Mariña

Florentino Fernández Tablas regresó de Argentina en 1888 para radicarse en Ribadeo, comprar la mansión de los Lamas y mostrar su triunfo… Pero dos años antes ya se había hecho notar: según dice Galicia Moderna en su edición del 30 de junio de 1886, organizó y pagó en Ribadeo un homenaje a la patata y a su introductor en A Mariña que, según él, era un antepasado suyo que, por esa circunstancia, generó el apodo de la familia, Os Pataqueiros.

Según la revista, Florentino decía que había cultivado los primeros ejemplares «en un terreno contiguo a la dehesa real, en las inmediaciones del río San Martín, donde se conservan aún vestigios del muro que cercaba la finca que más tarde custodió de los rateros que pretendían privarle del fruto sin sazonar».

La fiesta fue el 15 de octubre de 1886, día de San Isidro, con un programa que, según Las Riberas del Eo, consistió «en una hoguera en la que se asaron patatas para repartir entre los circunstantes», en el curso de un acto amenizado por gaita, tamboril y música. Al día siguiente, se repartieron las cantidades de tubérculos «que determinan los correspondientes vales distribuidos con antelación entre pobres de la localidad».

Por la tarde, hubo «paseo en el Campo de San Francisco, donde tocó la banda popular y hubo voladores, y terminó la fiesta con un baile en el Salón Teatro por la noche». La fiesta era compañera de los Fernández Tablas, sin duda…

martinfvizoso@gmail.com


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