Las teclas del modelo del Obradoiro que caló en Sar
Andar miudiño
Raúl López, José Luis Mateo y Moncho Fernández abanderaron una etapa que da paso a otra con nuevo director deportivo y está por ver si con relevo o no en el banquillo
13 Jun 2023. Actualizado a las 21:15 h.
Eduardo Pascual pilota ya el proyecto deportivo de un Monbus Obradoiro que también está buscando un profesional para las tareas de gerencia. Son dos áreas de las que se ocupó a lo largo de la última década José Luis Mateo, quien ha decidido poner punto y final a su etapa en Sar. El paso del madrileño paso por el club coincide con los dos lustros más estables de la entidad.
Pascual se embarca en una nave que se ha ganado a lo largo de este tiempo una buena reputación. De ello dan fe los jugadores que en algún momento han vestido su camiseta. El Obra nunca ha sido noticia por impagos o retrasos y siempre se ha preocupado por los pequeños detalles en el día a día de la plantilla.
No hay una llave única que abra las puertas a esa estabilidad de una década en la élite y sí hay un conglomerado de pautas fáciles de identificar. Buena parte de los cimientos se pusieron con anterioridad, en el bienio de Chete Pazo. Y conviene no perder de vista que no hay ningún modelo que asegure el éxito. Lo explicaba de manera precisa este fin de semana el presidente del Compostela, Carlos Gesto, en una entrevista: «Facendo todo ben, ninguén pode garantir os resultados deportivos. Pero se non se fan as cousas ben, as posibilidades de acadar bos resultados deportivos son menos».
Tres mosqueteros
Son diez años marcados por tres mosqueteros: Raúl López, Moncho Fernández y José Luis Mateo. El consejo de administración ha sabido sostener presupuestos de más de tres millones de euros en una ciudad como Compostela. No es fácil ni cómodo el reto. Y en ocasiones ha tenido que recurrir a créditos, para hacer frente a lo que en su día se llamaba el fondo de ascensos y descensos, o para evitar problemas de liquidez en momentos tan complicados como los de la pandemia.
El director general nunca se ha gastado el dinero que no tenía. Y en la parcela deportiva son muchos los nombres propios que hablan de una buena cosecha: Salah Mejri, Artem Pustovyi, Angelo Caloiaro, Matt Thomas, Mickey McConnell, Mike Muscala, Steven Enoch, Vladimir Brodziansky, Kassius Robertson, Maxi Kleber... No solo ofrecieron un extraordinario rendimiento sino que varios de ellos dejaron en caja, en conjunto, algo más de un millón y medio de euros.
A Moncho Fernández le correspondió extraer el máximo partido sobre la cancha y no se le recuerda un solo caso en el que pidiese fichajes, por complicadas que fuesen las circunstancias, sobre todo en materia de lesiones. La consigna siempre ha sido que «no se trata de fichar por fichar». Probablemente no haya otros casos en los que la parcela deportiva haya frenado las ansias por fichar de la propiedad.
Atribuir todo el mérito a estos tres actores en el tablero del Obradoiro sería injusto, porque hay más que suman y aportan a su alrededor en todas las áreas, sin hacer ruido ni atribuirse méritos. También hay entes que se afanan en intervenir y discutir, no tanto en asumir, y no lo han tenido fácil para influir. Sea como fuere, los réditos del entendimiento sin fisuras en las tres parcelas son evidentes.
Un poco más atrás de esta última década, hay una fecha clave, el 28 de julio de 2010, cuando el grupo de empresarios en el que ya estaba Raúl López toma las riendas del club. El primer fichaje fue el de Chete Pazo. Y el primer movimiento el de Moncho Fernández. José Luis Mateo llegó en el verano del 2012.
Mateo puso punto y final a su larga etapa en Sar. Raúl López confirmó hace días que sigue al pie del cañón.
Y más pronto que tarde se verá si el cambio afecta solo a la dirección deportiva o alcanza al banquillo, amén de que también pueda llegar un gerente.
Una política de fichajes con muchos recaudos
No hay un solo modelo en materia de fichajes que garantice el éxito. Y el mismo que funciona una temporada puede no ofrecer resultados parecidos a la siguiente, como le ha sucedido al Manresa en los dos últimos cursos. Cada singladura tiene su historia y para los presupuestos austeros, obligados a una notable renovación de plantillas cada verano, las complicaciones se multiplican.
El Monbus Obradoiro se ha guiado por dos máximas que nunca ha traicionado a lo largo de las últimas campañas.
Cada vez que ha negociado una incorporación, se ha preocupado de recabar informes sobre la calidad humana de los candidatos, su predisposición al trabajo y su manera de relacionarse con los compañeros. Avisos del tipo «es un gran jugador pero no lo metería en mi vestuario» han truncado alguna que otra operación.
En esta etapa el club también ha optado por negociar con todos los agentes y no dejar que uno u otro llevase el peso en la confección del equipo.
De nuevo, no es mejor ni peor esto o lo otro. A pocos kilómetros, en Lugo, el Breogán lleva dos temporadas confiando en la agencia de Raznatovic y los resultados son satisfactorios. En cambio no le fueron tan bien las cosas en Burgos e ese mismo modelo. En el curso 18/19 hubo que esperar en Sar a la última jornada para certificar la permanencia.
En el caso del Obradoiro, además de optar por la diversidad de agencias en materia de fichajes ha seguido un criterio al que no ha renunciado, incluso a costa de que pudiese costarle algún acuerdo: no ha aceptado cláusulas de salida durante la temporada en curso. Esa política supuso que, en su día, frenase el intento del Barcelona por fichar a Matt Thomas. O, el pasado curso, cuando empezaron a llegar llamadas de equipos de Euroliga interesándose por la situación de Dragan Bender, antes de la lesión, que fuese el Obra el que pudiese decidir si quería negociar o no.