La campaña de la disrupción en Sar sumó demasiados despropósitos
Andar miudiño
16 May 2024. Actualizado a las 23:51 h.
Ha tardado, pero el Monbus Obradoiro al fin ha movido pieza para lanzar un mensaje de confianza, continuidad y compromiso. Y ahí lo ha dejado, a la espera de los primeros movimientos de un consejo de administración que anuncia la confección de un proyecto para ascender.
Raúl López, que es el máximo accionista, sigue al frente de la nave. Moncho Fernández, no. Y la primera impresión es que ni las formas ni los tiempos para poner fin a la andadura conjunta han sido los idóneos. Si hay margen, quizás lo puedan envolver cómo merece la ocasión, que no parezca un adiós emborronado y clandestino. Porque son actores muy protagonistas en el capítulo más brillante de la historia del club. Porque trece años en la ACB con uno de los presupuestos más bajos de la categoría y sin ser nunca noticia por problemas económicos no es «pataca menuda», que diría Caneda. Los dos han sido claves, cada uno en su parcela.
En todo caso, la vida sigue. Y es buen momento para poner sobre el tapete algunos episodios de una temporada aciaga por si pudieran resultar aleccionadores. Porque la que arrancó con pretensiones de ser una campaña disruptiva, efectivamente lo fue, pero no de la manera pretendida. Es la diferencia entre Europa y la LEB.
Los vientos de cambio ya venían soplando desde antes, cada vez con más fuerza. Y arreciaron el pasado verano, cuando Moncho Fernández acababa contrato. Los mismos que abanderaban ese cambio no terminaron de dar el paso de la no renovación, una vez que el director deportivo, José Luis Mateo, confirmó su adiós.
Hasta ahí no hay nada fuera de lugar, porque Moncho Fernández acababa contrato y el debate siempre es sano. Tan lícito es defender que era un buen momento para probar con otra fórmula como mantener que cuando algo funciona, en deporte, es mejor no tocarlo. Pero, una vez tomada una decisión, en este caso la continuidad, y da igual si hubiese sido en sentido contrario, no ayuda nunca, en absoluto, que salte alguna voz cuestionando al entrenador abiertamente en el día a día de la ciudad como si fuese un aficionado. Porque eso es conturbar innecesariamente.
Si se abre el abanico a lo que el club define como la Casa del Obradoiro, está muy feo que entre sus inquilinos haya comportamientos como poner en duda abierta y directamente en el seno de la plantilla la capacidad de un integrante del cuerpo técnico. Y no iban, en este caso, las críticas hacia Moncho Fernández. Ese tipo de deslealtades solo enturbian.
El área de la dirección deportiva esta temporada también deja una estela de cierto asombro, por mucho que fuese una figura que ya no tuvo mucho que ver en los fichajes de Strelnieks y Timma, y nada en la llegada de Dotson.
Está fuera de lugar que, en la víspera de un partido tan importante como el de Zaragoza, el director deportivo cene con el entrenador del conjunto rival y no con la expedición del Obradoiro. No es una buena idea, por aquello de que la mujer del César no solo tiene que ser honrada sino parecerlo.
Porque las redes sociales son lo que son y cada uno le puede dar la credibilidad que quiera. De lo que no hay duda es de que se trata de un vehículo que enreda mucho. Y si circulan mensajes apuntando la posibilidad de que Eduardo Pascual recale en el conjunto maño como director deportivo, y que más tarde se apunte que también pueden acabar en el Príncipe Felipe Pustovyi y Thomas Scrubb... Pues sabe mal, y se podía haber evitado, por mucho que fuese un encuentro entre amigos.
En los desplazamientos, el director deportivo tiene que estar al lado del equipo, salvo causa de fuerza mayor. Aparecer y desaparecer, como el Guadiana, no es una práctica aconsejable.
Por cierto, Kovliar, por su condición de sub 22, podría haber sido inscrito como jugador del filial. Se lesionó y esa incidencia no pasó factura. Pero, de lo contrario, hubiese dado más margen de maniobra al cuadro técnico a la hora de realizar los descartes tras la llegada de Dotson.
El rosario de despropósitos se corona con la falta de un director general, que propició una incómoda sensación de que no había nadie al volante. Tareas que se diluían, que no estaba claro quien tenía que asumirlas, cierto descontrol permanente... Eso influye en el día a día. Para muestra un botón. En el desplazamiento a Murcia, el Obradoiro viajó en avión hasta Barcelona, allí cogió un enlace hasta Alicante y completó el viaje en autobús. En la pantalla de Lavacolla aparecía un vuelo directo Santiago-Alicante, y algún jugador preguntó si estaba bien la tarjeta de embarque que ponía Barcelona.
Como el parte de despropósitos se está alargando, quedará para mejor ocasión la cantera, que es terreno proceloso.
Si el club toma nota y se corrige, al menos son inconveniencias que no habrán caído en saco roto.