Urco, el terrorífico perro de Cortegada
Arousa
Un enorme can negro iba a nado desde la isla para asustar a los niños de Carril
15 Jun 2014. Actualizado a las 23:38 h.
En las noches de tormenta de principios del siglo pasado, cuando el hambre quitaba más el sueño que el miedo al rugir de las olas, los vecinos de Carril despertaban de madrugada con el aullido del Urco. Cortegada ya estaba deshabitada; los colonos habían sido desahuciados tras la compra de la isla para regalársela al rey, pero como el rey nunca se interesó por sus propiedad, las malas hierbas y las alimañas empezaban a crecer por doquier. Según los parroquianos, entre esas bestias estaba el Urco, un perro negro e inmenso siempre portador de malas noticias que por la noche cruzaba a nado la ría para amedrentar al vecindario.
Era un temor más que padecían los niños de Carril y que se sumaba al hambre, la miseria y las penurias de aquellos años. El «que viene el coco» de otros territorios era, en la villa marinera, «¡mira que vai vir o Urco!», y los meniños se arrebujaban temblando bajo las raídas sábanas, de miedo y de frío, visualizando entre las sombras de la habitación la terrorífica figura del perro negro de dientes afilados, incapaces de dormir ante la amenaza pronunciada por el padre y por irse a la cama sin cenar tras haber rechazado el mendrugo reseso de días atrás.
La historia del Urco, como tantas leyendas locales de la ría, se fue transmitiendo de generación en generación, y todavía los jóvenes de hoy en día recuerdan entre pesadillas la figura del can, aunque ya no la utilicen para amedrentar a las nuevas generaciones de carrilexos.
No es, con todo, exclusiva de la ría de Arousa. El perro Urco no solo nadaba desde Cortegada en dirección a Carril, lo hacía también por el río Lérez, y cogió tal fama en la ciudad de Pontevedra que se convirtió en una figura tradicional del Entroido. Según Antón Fraguas, fue a partir de 1876 cuando se empezó a honrar a este monstruo que se presentaba ante la población bajo la forma de un perro enorme «capaz de tragarse de un solo mordisco veinte sacos de calderilla con la misma facilidad con la que un burro se traga dos granos de cebada».
El origen de la leyenda
Pero las leyendas nunca vienen solas. No llegan por sí mismas a Pontevedra o a Cortegada, y la del gran perro negro no podía ser una excepción. Urco es, de hecho, una figura mitológica propia del noroeste de la Península, que en Galicia se conoce como Can de Urco y en Asturias, como Huerco. Generalmente se presenta como un perro negro, aunque en otras versiones también es de color blanco. Eso sí, siempre es terrorífico, enorme, con cuernos y orejas grandes y va arrastrando grandes cadenas. Sale del océano aullando furiosamente por la noche, como presagio de muerte y de desgracia, por eso se le llama también Can do Mar o Can do Inferno.
Una vez que llega a tierra, va por caminos y veredas ladrando ruidosamente de forma gutural y atrayendo a otros perros y a criaturas de la noche. La jauría avanza, con los demás canes sometidos a su voluntad. El Urco lo sabe y se pasea despertando el temor entre quien lo escucha, con sus terroríficos ojos brillando en la oscuridad.
Allá donde va lleva la desgracia, porque el Urco es portador de malos presagios, de muerte y de enfermedades repentinas y extrañas. Cuentan las leyendas que hay relatos de testigos que, a punto de morir, decían ver a través de la ventana la figura de un perro enorme acompañado de una jauría, y pescadores que faenaban de noche aseguraban haber sentido su golpe en la barca cuando el perro nadaba en dirección a la playa para sembrar el pánico.
Y aunque al Urco o Perro del Infierno se le relaciona siempre con Galicia y con Asturias, no está de más recordar que, como dice el profesor Mariño Ferro, casi todas las leyendas gallegas son de raíces europeas. Y el gran perro negro no debería ser una excepción. De hecho, al lector no se le debería escapar las enormes semejanzas entre esta historia carrilexa y El perro de los Baskerville, la mejor de las novelas de Arthur Conan Doyle y de su irrepetible Sherlock Holmes.