Tequila 0.0 en la plaza del pueblo
Arousa
La legendaria banda madrileña acometió en A Xunqueira un concierto inofensivo con mucho oficio
16 Aug 2018. Actualizado a las 05:00 h.
Gracias a esta gente, el martes pudimos cantar las mismas canciones con las que desfondamos a saltos los sofás de nuestras madres cuando no teníamos edad para hacerlo de otra forma. Y eso es bueno. A los de nuestra quinta, Tequila nos sabe a bocadillo de Nocilla, a cometas blancas y al descubrimiento de que el mundo de la música podía depararte algo más que las canciones de Parchís o el tedio que acostumbraba a difundir el casete del coche de tus padres. No es cosa menor, desde luego. Y en verdad el personal acudió en buena proporción al parque de A Xunqueira para asistir a uno de los conciertos centrales de San Roque.
Ariel Rot y Alejo Stivel eran unos chavales cuando hicieron historia con una secuencia de cuatro discos en apenas cuatro años que, entre 1978 y 1982, cambiaron la historia de la música en este país. No tanto por la trascendencia de sus composiciones como por el hueco que abrieron en la industria. La ñoñería facilona de la movida todavía estaba en pañales y esforzados pioneros del asunto como Leño, Ñu, Cucharada, Bloque, Asfalto o lo que sería Barón Rojo todavía trataban de asomar la cabeza. Entonces llegaron cinco críos y colocaron el rocanrol de factura propia en las emisoras y, sobre todo, en los despachos de las discográficas.
El repertorio que Tequila desplegó sobre el escenario de A Xunqueira fue irreprochable. Su calidad técnica como músicos es innegable. Permitan ustedes una debilidad personal por la forma en la que Ariel ataca su guitarra. Los temas que tenían que sonar estuvieron ahí. Y la gente, sobre todo la que copaba las primeras filas, saltó emulando los buenos tiempos de la banda y una de sus canciones más celebradas.
Sin embargo, algo fallaba. No sabría decir qué exactamente. Alguien echó de menos un par de puntos de potencia en el sonido. Otros calculan que algunas de las versiones necesitaban más tralla. El grupo le puso oficio e incluso dramatismo, como cuando Stivel dijo algo así como que la música se acaba y la vida también (hombre, tampoco es para ponerse así), pero el concierto fue inofensivo. Faltó veneno.