La Voz de Galicia

El compromiso de Xaquín Rubido, Xocas

Arousa

J.R. Alonso de la torre redacción / la voz

El portavoz de Nunca Máis lleva 40 años luchando por el medio ambiente y defendiendo la ría

04 Dec 2022. Actualizado a las 05:00 h.

Lideró el movimiento ciudadano que defendió la isla de Cortegada frente a los tentáculos urbanizadores y la lucha contra la instalación de los depósitos de hidrocarburos en el puerto de Vilagarcía, aunque creo que nunca le gustó liderar nada, sino simplemente participar en esas y otras luchas y procurar que no perdieran nunca empuje, fuerza ni objetivos. Me refiero a Xaquín Rubido, Xocas (Pontevedra, 1951), una persona a la que siempre respeté porque nunca abdicó de sus principios, y, también, porque durante unos cuantos años fue una especie de voz de mi conciencia que me ayudaba a distinguir los caminos: luego yo ya escogía el acertado o el equivocado, pero Xocas estaba ahí como referencia.

Su trabajo con las gentes del mar para articular la lucha contra los depósitos de Vilagarcía lo colocó, de manera natural, en la vanguardia de Nunca Máis. Xocas acabó convertido en portavoz del movimiento nacido a raíz del hundimiento del Prestige y ese liderazgo, nunca deseado ni buscado, fue muy importante porque su experiencia en todo tipo de movilizaciones a lo largo de los años está en la base de la continuidad de aquella lucha y de sus resultados.

Porque lo cierto es que Cortegada no cayó en manos de los especuladores urbanísticos y Nunca Máis ha conseguido una serie de logros como el Plan Territorial de Continxencias por Contaminación Mariña Accidental de Galicia (Camgal), la entrada en vigor en el 2004 de dos canales para mercancías peligrosas y una serie de medidas normativas de la Unión Europea que recogen las reivindicaciones de Nunca Máis: puertos de acogida, inspecciones en alta mar, penalizar los sentinazos… Es más, 11 de los 14 buques del plan nacional de salvamento marítimo se han construido después del Prestige.

«É importante que a sociedade sexa consciente de que debe estar alerta. Hai medios e normativa, agora é un problema de execución, de exercer a nosa soberanía, que non quere dicir outra cousa que empregar os mecanismos que están aí e facer que se executen, de detectar os puntos febles e facer todo o que estea na nosa man para disuadir tráficos como os que propician esas bandeiras de conveniencia», avisa Xocas, que también pide independencia del poder político y una gestión que no dependa de la Dirección General de la Marina Mercante.

El instituto de Fontecarmoa

Xaquín Rubido, Xocas, tenía 30 años cuando lo conocí en el Instituto de Formación Profesional de Fontecarmoa. Daba clase de Ciencias Naturales, que luego se llamarían de Biología, pero su labor iba más allá de la mera tarea docente en el aula, pues estaba siempre alerta para completar la formación recogida en las programaciones. Sus enseñanzas intentaban completar las carencias de la educación de aquellos años 80 y, además de temas puntuales como la educación sexual de unos adolescentes que vivían aún marcados por extrañas creencias y atavismos sobre la regla, el embarazo o la masturbación, tenía un compromiso inquebrantable con la lengua, en un tiempo en que el gallego estaba realmente oprimido y en peligro, una vocación férrea de defensa de la enseñanza pública y un apoyo a la cultura para todos o la ecología en un tiempo en que esos conceptos sonaban extraños.

A veces sufrí su ira, porque cuando Xocas se enfadaba, se enfadaba de verdad. Recuerdo el número que me montó cuando estaba pegando un cartel sugiriendo, si no recuerdo mal, que los padres aportaran dinero para unas excursiones. Su irritación se basaba en que, si la enseñanza era pública, era pública, y los padres no tenían por qué aportar dinero. Ese conflicto, el de pedir dinero para actividades extraescolares, se trasladó a la enseñanza concertada y aún sigue coleando.

El caso es que Xocas tenía razón y yo, la verdad, era un tanto joven y contradictorio: no era congruente pedir dinero para actividades extraacadémicas de formación en una enseñanza pública. Así que aprendí la lección y no he vuelto a cometer ese error. Al igual que aprendí gallego después de un claustro en el que se me afeó escribir los carteles con los programas y actividades culturales en castellano. No volví a colgar nunca más un cartel que no estuviera escrito en gallego. Si en un centro educativo no se defendía la lengua gallega, en unos tiempos en que los alumnos, según las encuestas que hacíamos, creían que hablar en gallego no era propio de personas cultas, ya me dirán dónde se iba a defender.

Así que recuerdo aquellas regañinas de Xocas, alguna ciertamente airada, como las de mi padre educándome y señalándome un camino de coherencia. Y lo mejor de todo es que ese compromiso y esa coherencia han dado sus frutos en aspectos como los reseñados. Además, esa coherencia se manifestaba día a día en la vida cotidiana de Xocas y de otros profesores que recuerdo con cariño y supusieron un revulsivo para Vilagarcía. Porque a Xocas se le seguía con lupa y se valoraba cada uno de sus pasos para ver si se dejaba llevar por alguna tentación burguesa. ¿Se compraría un coche más ostentoso que su Cuatro Latas o un chalé, comería mariscadas, caería en el lujo? Pues no, el único lujo de Xocas fue reaccionar contra el abuso. Ahora, a sus 70 años, puede estar satisfecho de lo conseguido y de su ejemplo.

 


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