El maquinista de una gloriosa flota de vela
Arousa
Catapultador de regatistas gallegos a la élite desde el CGV, quiere popularizar el mar en las escuelas del país
16 Jan 2023. Actualizado a las 10:27 h.
«Uno va tomando decisiones en la vida que te llevan hasta aquí». Ese aquí del que habla Bruno Gago (Vilagarcía de Arousa, 16 de febrero de 1987) es el despacho de director del Centro Galego de Vela, en el que desde hace siete años desempeña en paralelo las responsabilidades de la dirección técnica de la Real Federación Gallega de Vela. Dos cargos que en su deporte difícilmente suelen vestir profesionales de su edad. A un mes de cumplir los 36, el arousano tiene en sus manos la maquinaria con la que la RFGV trabaja para reponer a medio plazo la tripulación de lujo de los Nico Rodríguez, Támara Echegoyen o Chuny Bermúdez de Castro que hoy navegan en los mares de la élite internacional con nuevos patrones y tripulantes capaces de igualar o, por qué no, superar sus brillantes palmarés.
De chaval, Gago se manejó en muchos y muy diferentes mares deportivos. Todavía juvenil, practicaba fútbol federado tras haber experimentado con el baloncesto, el tenis, el patinaje y hasta coqueteado con el surf en A Lanzada. Pero ninguna de estas disciplinas generó en él lo que la vela, hasta el punto de superar un bautismo de mar que habría espantado a la mayoría de niños de 11 años: «Recuerdo perfectamente mi primer día, que fue dramático. Un amigo me había animado a probar en verano en el Liceo Casino de Vilagarcía. Yo era un niño inquieto e insistí en salir al agua, en un optimist. La botavara me golpeó en la cara. Y mientras estaba sentado ya en el muelle se cayó el mástil de un barco y me arrancó la uña del dedo gordo de un pie. Llegué a casa hecho un despojo. A los dos días, volví al pie del cañón». Habiendo probado de buenas a primeras los palos de la vela, ¿dónde vio aquel chaval la zanahoria? «Supongo que fue la sensación de ir por la ría con libertad, y poder ir más rápido a medida que optimizaba el barco», contesta.
A partir de aquí, la palabra suerte precede en boca de Gago al repaso de cada pasaje de su biografía deportiva y profesional. «Tuve la gran suerte de crecer y coincidir con una generación de auténtico lujo en el Liceo», apunta. Con el último campeón olímpico de la historia en la clase Tornado, Antón Paz, empezando a despuntar internacionalmente cuando Gago arrancaba, y con compañeros como el hoy responsable de las clases olímpicas juveniles de la Real Federación Española de Vela, Ero Pons.
«Tenía mucha suerte, porque todos en Vilagarcía éramos súper competitivos, cada vez que entrenábamos era una prueba de fuego» que los hacía crecer, señala Gago. Y así, tras ganar la Copa y el Campeonato de España de Cadete y pasar por el 420, su salto a la clase 470 lo llevó junto a su compañero César Conde al Centro de Alto Rendimiento de Santander, sede de los equipos olímpicos españoles de vela, donde pelearon cinco años por el sueño de acudir a los Juegos de Londres.
Del sueño olímpico a la dirección
No lo lograron, pero tras un año de transición en Madrid, Bruno regresó a Galicia en el 2013 convencido de que la vela debía ser su modo de vida, cargado de buenas herramientas para ello. Animado como todos los regatistas del Liceo por su directiva a rodarse como formador con las nuevas camadas del club, el vilagarciano había dado clase a los 420 del Club Marítimo Santander. Diego Botín, futuro tricampeón mundial de 49er, era uno de sus alumnos.
Gago dio por finalizada su etapa de deportista y se volcó en la dirección. Empezando por la última y talentosa generación de 420 del Liceo Casino. Su buen hacer y el de sus deportistas le regaló la experiencia de encabezar la selección española en el Europeo y el Mundial de la clase, conocer así a la futura campeona del mundo de 470, Silvia Mas, y que el club de la catalana apostase por él para preparar su candidatura a mejor patrona de 420 del planeta en el 2014.
Conseguido el reto, Mas quiso seguir contando con Gago en su paso a la clase olímpica, pero, dice: «Ya tenía claro que quería hacer mi vida en Galicia». El Club de Mar de Aguete le entregó la dirección de su escuela. Pero poco duró en ella. A finales del 2015 Alberto García, director técnico de la Federación Gallega y del Centro Galego de Vela desde su apertura, en el 2008, lo dejó para dirigir al equipo austríaco de 470 en la recta final hacia los Juegos de Río. Y tras unos meses colaborando con la RFEG al frente de las promesas gallegas juveniles de 420 y 470, cuenta Gago: «Tuve la suerte de que el presidente de la Federación, Manuel Villaverde, quiso contar conmigo para relevar a Alberto a pesar de que era muy joven (28 años)».
La prioridad del arousano fue convertir el CGV en una sala de máquinas que asegure un futuro continuo de grandes travesías a la vela gallega. Cogiendo a los mejores deportistas de entre 15 y 20 años para trabajar con ellos desterrando, apunta con satisfacción, la vieja idea instalada en Galicia de que «la vela era un deporte de fin de semana. Entrenando a nuestros regatistas juveniles a diario, con cinco o seis sesiones de agua semanales, como antes solo hacían los regatistas olímpicos». Un cambio radical en el que resultó clave la gestión de Gago para que la vela tuviese sus plazas en el Centro Galego de Tecnificación Deportiva de Pontevedra desde el curso 2016/17, con el CGV como subsede de entrenamiento.
Deporte, educación y cultura
Con 21 deportistas hoy en el programa de tecnificación de la Federación Gallega, repartidos entre las clases preolímpicas ILCA y 420, y con media docena de medallas y títulos internacionales desde la puesta en marcha del plan, Bruno Gago apunta a los nombres de la viguesa Patricia Suárez, que pelea por desbancar a Támara Echegoyen de la carrera por el 49er FX hacia los Juegos Olímpicos del próximo año, o los de Martín Wizner (49er), Jaime Wizner y Pablo García (470), Marcos Fernández (Nacra 17) y Claudia Sobral y Stella Enríquez (49er FX), en la órbita de la Federación Española de cara a los Juegos del 2028.
Consolidado el programa de tecnificación, el arousano se marca un nuevo reto. Trabajando junto a la Federación Galega de Piragüismo para llevar los deportes marítimos a los centros educativos y descubrirles a los niños y chavales del país un hecho diferencial de Galicia, el mar, que muchos desconocen aún viviendo frente a él.