Inimitable: vértigo extremo de un salto en moto a doce metros en un circo de los de antes
Arousa
La carpa instalada en Vilagarcía acoge una quincena de espectáculos para toda la familia y arriesgados ejercicios de motor
01 Mar 2024. Actualizado a las 12:38 h.
Un circo constituye, prácticamente por definición, un pequeño milagro. Una ciudad nómada, siempre en movimiento de una ciudad a otra, que levanta su carpa durante un puñado de días para ofrecer ilusión, distracción y magia al público que se deje ganar por una colección de números y una larga tradición cuyos orígenes se hunden en las raíces del tiempo. El Circo Inimitable es uno de los cuarenta espectáculos que mantienen vivo su legado milenario en España. Tras sufrir como pocas otras actividades el latigazo de la pandemia, la comunidad que Fabio Zavatta y Claire Pellegrini pusieron en marcha hace una veintena de años ha recuperado velocidad. Este fin de semana abre sus puertas en Vilagarcía. El domingo, la función bajará el telón y se trasladará a Ourense. Quedan por delante cuatro pases —el sábado, a las 17 y 19.30 horas, y el propio domingo, a las 12 y a las 17 horas— para degustar un antiguo sabor en la explanada de O Ramal.
«Somos un circo sin animales, un circo tradicional con trapecistas, acróbatas, payasos, lanzadores de cuchillos y patinadores acrobáticos. Un circo para toda la familia y para todos los públicos», explica Kelly Zavatta, quien, como sus hermanos Aris y Erin, ha nacido y crecido bajo una carpa. Su propuesta consta de una quincena de números que veinte personas se encargan de desarrollar. Probablemente los más llamativos y espectaculares sean los dos que están protagonizados por motoristas, aunque esto, como tantas otras cosas, es cuestión de gustos y opiniones.
La esfera metálica es exactamente lo que su denominación indica. Una especie de enorme globo enrejado en cuyo interior dos motos se cruzan en trayectorias inverosímiles a velocidades que alcanzan los cien kilómetros por hora. Yanina, argentina, y Armando, colombiano, son quienes pilotan los vehículos. Ella, subraya Kelly, es la única mujer que practica esta arriesgada especialidad en todo el planeta.
Tampoco falta el riesgo en el freestyle, una disciplina que consiste en una serie de saltos extremos sobre una motocicleta. La rampa desde la que se lanzan permite que los pilotos vuelen a doce metros de altura hasta una colchoneta situada en la otra punta de la pista. En realidad, los dos motoristas que lo hacen podrían ascender hasta los 22 metros, pero la envergadura de la carpa instalada en O Ramal recomienda moderar su alcance. Es, desde luego, un espectáculo digno de ser contemplado. Realizado, además, por dos chavales. Dani es de Granollers y acaba de cumplir 26 años. «Yo empecé a hacer motocrós de pequeño, y con los saltos hace un par de años. La verdad es que es difícil que alguien te ayude en esto». Conoció a un compañero de Jaén que disponía de su propio lugar de entrenamiento, y allá se fue Dani, que reconoce sentirse muy a gusto en el Circo Inimitable. «Que siga así», sonríe.
Saúl tiene 21 años y relata una historia muy semejante. «También comencé con el motocrós, pero no hay freestyle en todos los circuitos, y para aprender a saltar tienes que conocer a alguien».
Ambos hablan de alguna que otra caída, sobre todo en sus comienzos. «Lo más importante es una buena técnica con la moto para tener siempre un margen de maniobra. Revisar el vehículo y que no falle nunca. También son imprescindibles unas buenas suspensiones. Sin ellas no puedes saltar bien», indican.
Los ejercicios arriesgados no se agotan en las motocicletas. Inimitable oferta, también, la rueda de la muerte, la dramática denominación de una estructura metálica en la que se unen dos aros. La pieza es suspendida sobre la pista para que en cada uno de sus círculos un artista dibuje acrobacias, que llega a practicar incluso en su parte exterior.
El fuerte armazón de la carpa soporta el viento y la lluvia sin apenas inmutarse. Se nota que está bien instalada. «Es nuestra casa, para nosotros y para nuestro público», apunta Kelly, señalando a la gradas y los asientos que pueden albergar a medio millar de personas por función. Levantarla requiere esfuerzo y pericia. Depende de la distancia, claro, pero el viaje entre cada ciudad suele comportar entre uno y dos días. El montaje del continente exige dos jornadas, y el equipamiento del interior, una más. La mayor de los hermanos Zavatta (tiene 27 años) conoce al dedillo esta segunda dimensión. Ella es la responsable de un espectáculo que mezcla la iluminación láser con la ambientación musical. Cada temporada, el circo cambia de compañía y de números. Pero nunca se detiene. Apenas un par de semanas, en junio, coincidiendo con el remate del curso escolar. Las Navidades son la mejor época para el trabajo. Y no todo el público es igual a la hora de apreciar según que atracciones. «En Madrid están acostumbrados a la música, pero aquí, en Galicia, la gente está harta de musicales y prefiere el circo tradicional», concluye con un guiño.