El trotamundos del baloncesto gallego se va a Azerbaiyán de seleccionador y con su hijo a sus órdenes en un club de Bakú
Arousa
El vilagarciano Alberto Blanco firma dos años con la federación nacional del país caucásico para desarrollar allí el deporte de la canasta
30 Aug 2024. Actualizado a las 21:23 h.
A sus 54 años, Alberto Blanco ha sumado un nuevo destino a su poblado pasaporte. Una vez más, la razón no es otra que esa mezcla de placer y trabajo que para el entrenador de baloncesto de Vilagarcía de Arousa supone el deporte de la canasta. Desde el pasado mes de febrero, su carrera profesional lo ha llevado a la puerta de Asia. Concretamente, a un puesto en el organigrama técnico de la federación de Azerbaiyán, con la que, tras unos seis primeros meses de trabajo, acaba de firmar un contrato de dos años. Su misión, explica el gallego, será desarrollar el baloncesto en el país caucásico, al frente de la selección absoluta masculina, como coordinador de los equipos nacionales de categorías inferiores y, al mismo tiempo, dirigiendo el MOIK Bakú, equipo del ejército nacional, como parte del crecimiento de una liga profesional azerbaiyana con solo tres años de existencia todavía. Y todo ello, con su hijo de 19 años, Roque, a su lado, tras firmar su primer contrato como jugador profesional.
Alberto Blanco llevaba dos años de director deportivo del Cáceres de LEB Oro, su destino tras tener que abandonar prematuramente Rusia, donde dirigía al Lokomotiv Kuban, a raíz de la invasión de Ucrania por el ejército de Vladimir Putin. Con anterioridad, en su currículo figuran, entre otras plazas, el cargo de seleccionador absoluto femenino de Mozambique y tres años de ayudante de Zan Tabak en el equipo nacional sénior masculino de Eslovaquia, alternando la dirección del banquillo del Inter Bratislava. Eso, en cuanto a combinados estatales. Porque además del puesto de primer entrenador en el Lokomotiv Kuban, el vilagarciano ya había trabajado varias temporadas como ayudante de los sucesivos técnicos del Lietuvos Rytas lituano, entre ellos, Rimas Kurtinaitis. Una etapa esta última en la que contó durante un tiempo con su hija Carlota viviendo con él.
Tras dirigir en febrero a Azerbaiyán en la ventana FIBA de clasificación para el Mundial del 2027, con victoria sobre Kosovo y derrota ante Suiza, Alberto Blanco trabajó en mayo con los combinados sub 16, sub 18 y sub 20 de cara a sus respectivos Campeonatos de Europa este verano, encabezando a los dos últimos en sus respectivas citas continentales. Ahora, sellado su acuerdo de dos años, hasta el verano del 2026, sus cometidos serán varios. «Como empregado da federación, teño que traballar para desenvolver o básquet e incrementar o número de xogadores do país, coordinando todas as seleccións, unificando os seus criterios de xogo». En el caso de la absoluta, con Markel Nicola, hijo del ex jugador internacional argentino Marcelo Nicola, como preparador físico.
Como complemento a dichas metas, la federación encargó a Blanco la dirección de uno de los nuevos equipos de su joven liga profesional, el MOIK Bakú. Y aquí es donde entra su hijo Roque. «Empecei o luns co traballo no club. Só teño firmados os seis xogadores locais, esíxenme que teña cinco e menores de 20 anos, e trouxen o meu fillo, que terá o seu primeiro contrato profesional». A sus 19 años, con toda su trayectoria en el CB Vilagarcía que preside desde la distancia el padre, Alberto asegura que Roque «o merecía e dá o nivel», aún procediendo de un equipo de la última categoría autonómica gallega. Tanto es así, que Blanco incluso no descarta que Roque pueda alternar el baloncesto con algún equipo de fútbol, como lo había hecho toda su vida en Vilagarcía.
El viaje con Roque, como hace años con su hija Carlota en Lituania, obedece en parte, confiesa Alberto, a su deseo de contar con un apoyo cercano en Bakú, la capital azerbaiyana, a más de 6.000 kilómetros de su casa. Eso y, añade: «Se tiven un soño cando empecei no baloncesto, era isto, que poida adestrar o meu fillo nunha liga profesional europea e facelo debutar. Síntome moi afortunado», concluye.