Paseando sobre Arte
Cambados
15 Feb 2015. Actualizado a las 05:00 h.
Arte y sociedad siempre han bailado a ritmo de utopía. Arte y política han basculado entre el populismo y la propaganda. El político, que rara vez se resiste al seductor determinismo de llegar a ser un gran conseguidor, ha repartido oportunidades entre los artistas más cercanos, creando ese fenómeno a escala global que se conoce como rotondismo. Un contumaz cataclismo surgido al calor de la bonanza económica cuyo inconveniente más obvio es la permanencia de la pieza: una vez colocado el mamotreto hay que convivir con él. No me gustaría extenderme en ejemplos funestos pero si uno se da una vuelta por el parque Miguel Hernández sabrá de lo que hablo.
Por suerte, paseando por la comarca hay más numerosos ejemplos de lo contrario. En Cambados puedes toparte con el Baco de Leiro que, con el tiempo, mejora y crece, con sutil clasicismo y elegante contención. En el puerto de Vilagarcía puedes vislumbrar A Rosa do Mar de Chaves, una obra destinada a perdurar con vocación de hito, un portentoso elogio al horizonte. Entrando en Vilagarcía por As Carolinas hay una rotonda dignificada por la Porta da Luz Salgada, obra cumbre de Chazo. Hay además un ejemplo de extrema dignidad que no por más cotidiano es menos importante. Hace más de veinte años que pisamos arte contemporáneo cada vez que tomamos un vino en A Baldosa. Los hosteleros extienden su terrazas sobre las piezas sin reparar en ellas, pero aquella fue una de las propuestas más rompedoras y mejor gestionadas que se recuerdan. El germen de una fértil comunidad artística que porfió unida hasta lograr la actual Sala de Exposiciones. Ahora una política cultural instalada en la vulgaridad pone en peligro el sueño de esa comunidad que logró muchas cosas, pero sobre todo una: que la sociedad acompañase al artista en la búsqueda de la belleza.