Antonio Gómez: «Sen a prostitución sería peor escritor»
Cambados
Vuelve a correr y a escribir en Cambados, esperando a salir del ERTE y poder regresar a Canarias
20 Sep 2022. Actualizado a las 10:41 h.
Como su madre y su abuela no estaban de acuerdo a la hora de ponerle el nombre, hicieron un combinado. Antonio Lorenzo Gómez Charlín (Cambados 1970) bien podría ser un personaje de sus novelas, de hecho, en cierto modo lo es porque su obra tiene un importante componente autobiográfico. Es hombre de perfil poliédrico: escritor, corredor de fondo, trabajador de la construcción, primero, del sector de la hostelería, después y, entremedias, profesional del «mundo de la noche». Él actuaba de intermediario entre las prostitutas y los clientes. Tan pronto acompañaba a las chicas, como vigilaba en la puerta o hacía las cuentas al finalizar la jornada. Trabajaba a comisión, relata, y fueron años intensos. «A fauna noctámbula é moi complexa, axudoume moito á hora de calibrar á xente, sen a prostitución sería peor escritor». Y no escatima anécdotas de aquella etapa, como la de aquel constructor al que fueron a buscar sus hijos al prostíbulo, o las artimañas de los políticos para justificar el cargo de una sesión de sexo en la tarjeta oficial. «Os vicios privados non se poden pagar con cartos públicos», reflexiona. Le preguntamos sobre su opinión acerca de la legalización de la prostitución: «Iso téñeno que decidir elas».
Con toda, pese a la aureola de peligro y sordidez que planea sobre este mundillo, tampoco es para tanto, afirma nuestro protagonista. «Todo iso está sobrevalorado, era un negocio de andar por casa, eu nunca atopei con ningunha mafia nin nada diso».
Corría el año 1999-2000 y entonces cruzó a la península, a Murcia, para montarse el negocio por su cuenta junto a una mujer, «pero empezaron a meterse polo medio as drogas e cambiei de vida». Desde entonces, su peripecia vital ha transcurrido entre hoteles, el deporte y la literatura. Estas dos últimas lo acompañan desde la niñez y espera que lo hagan toda su vida. «É unha boa maneira de morrer», apunta.
Con 13 años empezó a leer de forma compulsiva y con 16 tomó la determinación de ser escritor. Estando en la mili escribió dos novelas que no llegó a publicar, «pero á xente encantábanlle», y hubo de esperar al 2004 pero ver su obra convertida en libro: El sueño de la noche azul. A partir de ahí fue un no parar. El camarero está triste, Hay putas que tienen algo de santas, Las bellezas de Kyoto, y así hasta once novelas y dietarios que culminan con Réquiem por un escritor desconocido, que días atrás presentó en una librería de Vilanova. Se autoedita, y se da por satisfecho, porque así evita los corsés que imponen las editoriales. «Quero equivocarme eu e que as erratas sexan miñas, a min nin dios me move unha coma», dice retador. Su mayor tirada fue de 500 ejemplares y siempre encuentra amigos, y desconocidos también, que le ayudan a autofinanciar su proyecto. Amazon y otras plataformas on line hacen el resto.
A la hora de escribir se define como autodidacta y ecléctico y presume de haber tenido como mentores a escritores como Luis Rei y Ramón Caride, que siempre le apoyaron pese a haber optado por escribir en castellano, explica. Lo hace así porque es el idioma en el que le enseñaron en el colegio y con el que descubrió la literatura, «pero oxalá que me traduciran ao galego».
Antonio Gómez, Toño, está escribiendo el que será su décimo segundo título, en el que no faltan alusiones a la pandemia que nos toca vivir. «Eu xa vía vir todo isto desde o principio, falei con moita xente que sabía do tema». Ahora tiene todo el tiempo del mundo para escribir porque un ERTE lo ha devuelto a su Cambados natal el pasado junio. Y tiene tiempo, también, para su otra pasión, correr, a razón de siete u ocho kilómetros diarios.
Los 50 ya pesan, pero con 31, 32 y 33 años se codeaba con la élite; quedó campeón de España de maratón por equipos y alcanzó un décimo puesto en la categoría individual que le supo a oro; «e todo a pan de millo», apostilla, frente a las sospechas de dopaje que recaían en otros corredores. Como casi todos los chavales de su edad, sus primeros escarceos con el deporte fueron con el fútbol, llegando a jugar en los juveniles de aquel famoso Juventud de Cambados que presidía Sito Miñanco, con el que posó para la foto de equipo (en la imagen).
Años después sería testigo directo de como mataban a tiros a otro clásico de la historia del narcotráfico gallego, Danielito, en el famoso ajuste de cuentas del pub O Museo de Vilagarcía. Él estaba allí y de todo aquello bebe a la hora de inspirarse y escribir en sus cuadernos. Antonio es de los que sigue forjando sus relatos sobre el papel.