Niños de Vilagarcía se comunican desde sus ventanas a través de la plaza
Vilagarcía de Arousa
Charlan y tocan la flauta para mantener el contacto con sus amigos ante el confinamiento por el coronavirus
16 Mar 2020. Actualizado a las 22:29 h.
Los jardines de Ravella, en Vilagarcía, acostumbran a estar de bote en bote. Sobre todo en las mañanas de domingo, por mucho que la de hoy no haya amanecido muy boyante. Poco a poco, el sol fue perdiendo la partida con las nubes y hace un rato comenzó a llover, dispersando a los ya escasos caminantes, barra de pan bajo el brazo y perro tirando de la correa. Pero ni por esas es habitual que desde el centro de la plaza pueda escucharse lo que alguien hace en uno de sus extremos. Así que resultaba bastante extraño ese sonido entre oxidado y estridente que en un momento dado se impuso, incluso, al rugido esporádico de un tráfico que, da igual lo que pase, siempre está ahí. Para hacérselo mirar. El caso, en fin, es que bastó con elevar la mirada para despejar la incógnita. Dos grupos de chavales se comunicaban de ventana a ventana, salvando el amplio espacio que los separaba, para tocar la flauta y contarse sus cosas; para mantener el contacto con sus amigos pese al confinamiento del coronavirus en el primer día de todo lo que queda por delante.
Anoche, en este mismo lugar, ellos, sus padres, sus abuelos, sus hermanos se asomaban también a ventanas y balcones para aplaudir el esfuerzo ingente de los profesionales sanitarios, que también merecen las cajeras de los supermercados, las peixeiras y quienes despachan medicamentos desde las farmacias o venden el períodico en los quioscos. En algún punto de sus enigmáticas disquisiciones sobre el superhombre, Nietzsche recomendó al género humano que se encomendase al ánimo de juego de los niños. Por algo sería.