Versos enraizados en el arte en torno a Ananín
Vilagarcía de Arousa
Saudade Artiaga comisaria de la exposición colectiva Ananín en la sala Rivas Briones
Vilagarcía acoge un poderoso tributo colectivo al legado del poeta cuando se cumple un año de su pérdida
14 Aug 2024. Actualizado a las 20:10 h.
Aunque materialmente sea eso exactamente, nunca una exposición se reduce a una sucesión de obras colocadas en un espacio determinado bajo la ligazón de un cierto criterio. Esta certeza fundamental cobra todo su sentido cuando la muestra que se despliega ante los sentidos reúne las características del tributo al legado del poeta Eduardo González Ananín (Tibiás, O Pereiro de Aguiar, 1926-Ourense, 2023), que la sala Antón Rivas Briones de Vilagarcía acoge hasta septiembre. Fruto de la intensa labor que la Fundación Artiaga ha desarrollado en un tiempo asombrosamente corto, nace en la capital arousana un proyecto con vocación de seguir creciendo y explorando territorios, ganando matices al tiempo que conquista nuevas ciudades. Ourense, claro, será una de ellas. Saudade Artiaga (Mondoñedo, 1986), licenciada en Bellas Artes, diseñadora gráfica y profesora universitaria, es la comisaria de cuya mano surge esta poderosa sintaxis, capaz de hacer dialogar 24 creaciones plásticas de otros tantos autores con 24 de los poemas galegos que firmó Ananín, un hombre que se definía a si mismo como «un neno da guerra». Aquel niño, que dejó Galicia en 1951 por «asfixia moral», se fue definitivamente hace un año, siendo casi centenario, pero su impronta anida entre quienes lo conocieron, lo quisieron y lo leyeron.
Saudade es, además, la autora de una instalación que domina la segunda planta del espacio expositivo con una autoridad de resonancias mitológicas. Los versos de Ananín están presentes de forma gráfica y también sonora, pronunciados por una voz profunda sobre una composición musical que Juanjo Sánchez ideó expresamente para ella. Padre roble se llama, y nuevamente el significado desborda su continente, puesto que entre cortezas emergen dos fragmentos leñosos del viejo carballo que crecía a las puertas del cementerio de Tibiás. Herido de muerte por la enfermedad, el árbol fue talado pocos meses antes de que el poeta falleciese. Tratar de escudriñar con palabras el sentido profundo que emana de todo esto resultaría incluso grosero. Los hilos, sencillamente, se curvan hasta cerrarse en círculo.
En este tributo convergen Francisco Leiro, Mónica Alonso, Xosé Artiaga, Ignacio Basallo, Darío Basso, Vicente Blanco, Olalla Buceta, Vari Caramés, Tono Carbajo, Caxigueiro, Salvador Cidrás, José Freixanes, Ana Gil, Menchu Lamas, Mauro Leivas, Din Matamoro, Quintana Martelo, Miguel Mosquera, Beatriz Palomero, Antón Patiño, Pamen Pereira, José Luis Seara, Christian Villamide y Xosé Vizoso, además de Álvaro Aroca, Rubén Buren, Magdalena Correa, Eduardo de Elío, Emilio Gil, Miguel Monasterio y Eva Santín en torno a Padre roble. Cada uno ha creado o seleccionado una obra para vestir un poema de Ananín. «La idea es completar treinta poemas e invitar a más artistas», indica Saudade, cuyo nacimiento saludó el poeta con los versos de Amanecer. «El equilibrio es muy importante, la armonía, el brillo que acompaña sin eclipsar, en un proyecto enraizado pero abierto» al que el periodista Alberto Avendaño se sumará para hacer crecer su vertiente literaria. María Ángela e Inés Marina, las hijas del escritor, intervienen en un catálogo que, acuñado por el Concello de Vilagarcía, no es cosa menor. Carolina, su compañera de vida, no se despega de él.