Adrián Alfonsín: «Hay drones que pueden salvar vidas»
Vilagarcía de Arousa
Dronámbulos, la primera asociación de la provincia centrada en el pilotaje de este tipo de aparatos funciona desde Vilagarcía
17 Nov 2024. Actualizado a las 05:00 h.
A Adrián Alfonsín Mouriño (Vilagarcía, 1981), los ojos se le iban ya de chaval detrás de cualquier aparato que se desplazase a distancia. Nuestro hombre trabaja en Fundivisa, una fundición especializada en la fabricación de hélices para la navegación que abre sus puertas en el polígono empresarial de O Pousadoiro, en la capital arousana. Así que su relación con el movimiento y la propulsión es estrecha, incluso desde un punto de vista profesional. «Lo primero a lo que me enganché fue al automodelismo. Tuve coches y competí con el club Automodelismo Pista Salnés. Nuestro circuito estaba en O Cavadelo, aunque también corrimos en Samil, en Vigo. Pero en esa zona acabaron construyendo los juzgados y la Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía, y los inhibidores de frecuencia afectaban a los mandos y nos impedían pilotar. El club se deshizo». Pese a ello, Adrián continuó en la brecha, si bien dando un paso más: «La afición al radiocontrol me llevó a comprar un helicóptero que, la verdad, me gustaba mucho. Con el tiempo, hace uno seis años, comencé a seguir a youtuberos que fabricaban sus propios drones de carreras». Ahí comenzó su relación con el mundo de los drones. Un curso de pilotaje, que el año pasado promovió el Concello de Vilagarcía, sirvió la ocasión en bandeja para el nacimiento de Dronámbulos, «la primera asociación específica de pilotos de dron de la que tengamos constancia en la provincia».
Del coche al helicóptero, y del helicóptero al dron, el presidente de la asociación ha ido quemando etapas. Adrián maneja su propio aparato, un Mini 4 Pro DJI que le regaló su mujer, Silvia González Pedraza, que ejerce como secretaria de Dronámbulos. «Dispone de modo cine, en el que realiza movimientos muy lentos para permitir las grabaciones, modo normal y modo sport, que es en el que de verdad coge velocidad». Con todo, Adrián no participa en carreras. Reconoce que se inclina más del lado de la toma de imágenes. Para todo lo demás, están los simuladores, que permiten sumar horas de vuelo y ganar experiencia sin arriesgarse a destrozar artilugio tras artilugio en el empeño. Cuestión importante, por cuanto incluso los más modestos cuestan un dinero, alrededor de 1.100 o 1.200 euros.
«Los drones —explica el presidente del colectivo— se usan ahora mismo en muchísimas áreas. En emergencias, por ejemplo, pueden salvar vidas. Hay drones que transportan y lanzan un salvavidas. O colaboran en la extinción de incendios. En ámbitos laborales, se están empleando para la limpieza de placas solares. O en la producción agrícola. Existen modelos que disponen de una cámara multiespectral que permite conocer si una viña está mal y sufre una plaga, saber si el fruto está maduro o no.... Es increíble».
El real decreto que regula su utilización en España impide que cualquier dispositivo de sus características vuele por encima de los 120 metros de altura. Sobrevolar áreas urbanas requiere una autorización del Ministerio del Interior que debe ser solicitada con cinco días de antelación. El piloto debe especificar el área exacta que va a cubrir, así como los puntos y las horas de despegue y aterrizaje.
Con todo este potencial y esta serie de normas en la mano, Vilagarcía está desarrollando en estos momentos su segundo curso de pilotaje, así que es probable que la asociación sume algún miembro más a la veintena de socios que fundaron Dronámbulos. Su bautismo llegó a finales de octubre en Haro (La Rioja), en Drone Future, una convención que suma ya su cuarto año y se ha convertido en una referencia en el circuito europeo. Además de hacer comunidad y establecer preciados contactos, el colectivo arousano se impuso en la competición de fútbol con drones, así que la cosa no ha ido nada mal. La asociación trabaja, ahora, para habilitar un espacio acotado en el que poder entrenar y establecer un circuito. Se situará en el pabellón de deportes de Guillán, donde sus integrantes podrán volar cada miércoles a última hora de la tarde. «Hay muchos campos en los que podemos trabajar y queremos empezar a organizar eventos», promete Adrián con la vista en alto.