La historia del dolmen de Cova da Moura, ubicado en la parroquia noiesa de Argalo, se repite por las cuatro esquinas de Barbanza. Sin embargo, aunque común, no deja de ser llamativa. Resulta que en cuantas guías y folletos turísticos hay se recomienda ir a visitar ese entorno, ubicado en las cercanías del cementerio municipal noiés, en O Páramo. Pero si el visitante hace caso y dirige sus pies hasta allí, la impresión que se llevará es la de que le tomaron el pelo. La joya megalítica apenas luce tras años de abandono y saqueos. Ahora, el Concello se puso manos a la obra para remodelar el entorno. Habrá que esperar a que acaben los trabajos para ver resultados. De momento, la situación sigue siendo, como mínimo, lamentable.
En la carretera que va de Boiro a Noia, hay un cartel que indica cómo llegar a Cova da Moura. A partir de ahí, el turista ya puede llevar aprendida la lección de casa, porque no encontrará un solo panel que le explique qué es lo que va a ver y su importancia. De hecho, tendrá mucha suerte si da con el dolmen. Porque, desde luego, no resulta nada fácil verlo.
Solamente la intuición o ciencia infusa del turista le permitirán saber que, aquello, un pequeño montículo de piedras que se ven en la cercanías del campo santo, son, en realidad, el famoso dolmen Cova da Moura al que tanto se cita cuando se habla del patrimonio noiés.
Contradicción
Visitar el lugar es sinónimo de llevarse en el cuerpo dos impresiones, aparentemente, contradictorias. Por una parte, está el asunto de la maleza; zarzas y otras hierbas rodean el yacimiento por todas partes, por lo que casi pasa desapercibido a los ojos del visitante. Sin embargo, si uno se fija bien, es capaz de ver en esas piedras algo especial. Da la sensación que son capaces de resistir lo que le echen; que están a prueba de dejadez y saqueos. Sí. Porque en A Cova da Moura falta la piedra grande que se debería asentar sobre las que están en posición horizontal. Cuentan en Noia que alguien se la llevó, hace muchos años, sin pudor ni rubor alguno.
Estos días, muy cerca del dolmen están unos obreros. De momento, están adecuando el entorno más próximo al cementerio. Sin embargo, encarnan la esperanza en un territorio durante años totalmente abandonado. Y es que la empresa que está trabajando en la zona fue contratada por el Ayuntamiento con cargo al plan anticrisis estatal para, como mínimo, retirar toda esa maleza que vive perennemente en las milenarias piedras.
El alcalde, el socialista Rafael García Guerrero, indicaba ayer que también se va a poner la pertinente señalización para que cualquiera que llegue hasta O Páramo sepa qué es lo que tiene delante y cómo puede hacer para acercarse hasta el yacimiento que, por cierto, está en un lugar bastante accesible si no fuese por la maleza, a tiro de piedra de la carretera. En este entorno, también se va a arreglar el denominado Camiño Real.
Habrá que ver si, en cuanto desfilen los obreros que ahora trabajan la zona, el reloj del abandono vuelve a empezar a sumar horas. O, si por el contrario, al fin se ayudará al dolmen a resistir el paso del tiempo.