La Voz de Galicia

Aaron Bello, el astrofísico noiés que estudia los exoplanetas en la NASA

Barbanza

CELIA RIANDE DELEGACIÓN BARBANZA
Aaron Bello, astrofísico de Noia que trabaja en la NASA.

El joven noiés trabaja como investigador en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de Los Ángeles

20 Nov 2022. Actualizado a las 20:47 h.

Dicen que el cielo es el límite, pero en el caso de Aaron Bello, el estudio de lo que está por encima de su cabeza fue solo el comienzo. Hay personas que destacan desde su nacimiento, que se abren un camino brillante en un mundo donde no siempre abundan las oportunidades. Este es el caso del joven noiés, que aparecía en estas mismas páginas hace seis años soñando con trabajar en la NASA. Apenas había terminado la universidad, pero hoy, con 27 años, ya ha logrado su objetivo: es investigador en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de esta institución. «Todavía no me lo creo del todo», asegura el noiés, que apenas lleva unos meses como investigador en la NASA. «El primer día me hicieron una visita guiada por las instalaciones, y era increíble ver que hay gente que se dedica a hacer lo que yo siempre he soñado».

La trayectoria de Aaron Bello no se puede definir con otro término que no sea brillante. Premiado con una beca para estudiar primero de bachiller en Estados Unidos, el joven nunca dejó de tener interés por trabajar en otros países, aunque, asegura: «En España hay grandes investigadores que hacen un trabajo magnífico». Quizás fue esta primera experiencia la que despertó en Aaron el gusanillo de conocer otras culturas, despegando entonces su carrera alrededor del globo.

Un camino de aprendizaje

Pese a que decide estudiar física en Santiago, no tarda demasiado en aprovechar la oportunidad de realizar su Erasmus en Suecia. Es probablemente ahí cuando se consolida su interés por el universo, las auroras boreales y los agujeros negros. Completada su carrera, Aaron consigue una beca de la Fundación Barrié para continuar su formación en Copenhague con un máster de especialización en la investigación espacial. Un camino de aprendizaje que, acabado su posgrado, decide continuar al conseguir una beca de La Caixa para completar su doctorado en astrofísica en la Universidad Técnica de Dinamarca.

Es precisamente la obtención de este título lo que le abrió las puertas a Aaron Bello a una oferta de empleo de la NASA. «Cuando me enteré de la vacante, me presenté sin esperar obtener respuesta, pero al cabo de un tiempo me convocaron para una entrevista por videollamada. Estaba nerviosísimo», admite el joven noiés. No era para menos, sería la entrevista que daría una vuelta de campana a su vida.

Entre risas, Aaron recuerda cómo fue el momento de comunicar a su familia que había conseguido el puesto: «Cuando me dijeron que el trabajo era mío, yo estaba en Los Ángeles y la diferencia horaria es de 9 horas. Si llamaba a casa, a mi madre le iba a dar un infarto. Tuve que esperar al día siguiente y ella acabó llorando de la emoción», relata el investigador.

Empezar en un nuevo trabajo nunca es sencillo. El primer día te sientes perdido, estás nervioso, y no conoces a nadie. Pero si encima tu primera jornada es en la NASA, la inquietud se dispara. Aaron trabaja como investigador en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de esta institución. Su labor consiste en hacer uso del telescopio James Webb, el más potente que se ha construido hasta la fecha. Una herramienta que le permite estudiar los exoplanetas, es decir, los que gravitan alrededor de estrellas en vez de girar en torno al sol. «Estudiamos su capacidad para retener una atmósfera y disponer de agua en estado líquido. De este modo, podemos investigar si hay posibilidad de que alberguen algún tipo de vida», explica Aaron.

La otra cara de la moneda

A pesar de que el puesto que Aaron desempeña en la NASA es el sueño de muchos investigadores, supone un gran compromiso para el noiés. La gran distancia que lo separa de sus seres queridos y las 9 horas de diferencia horaria que hay de Los Ángeles a Noia, son la cara más oscura de su éxito profesional. «Tener morriña es inevitable, cuando salgo de trabajar todo el mundo está ya dormido en casa, y si quiero visitarlos me supone al menos dos días de viajes. No es algo que pueda hacer a menudo», lamenta.

Con 27 años y una carrera prolífica, el astrofísico no quiere, de momento, pensar en su futuro. «Todavía me estoy acostumbrando a esta nueva vida, si seguiré aquí o volveré a España todavía no lo sé», concluye Aaron Bello.

A toda velocidad

La trayectoria de Aaron Bello no se puede definir con otro término que no sea brillante. Premiado con una beca para estudiar primero de bachiller en Estados Unidos, el joven nunca dejó de tener interés por trabajar en otros países, aunque, asegura, «en España hay grandes investigadores que hacen un trabajo magnífico». Quizás fue esta primera experiencia la que despertó en Aaron el gusanillo de conocer otras culturas, despegando entonces su carrera alrededor del globo.

Pese a que decide estudiar física en Santiago, no tarda demasiado en aprovechar la oportunidad de realizar su Erasmus en Suecia. Es probablemente ahí cuando se consolida su interés por el universo, las auroras boreales y los agujeros negros.

Completada su carrera, Aaron consigue una beca de la Fundación Barrié para continuar su formación en Copenhague con un máster de especialización en la investigación espacial. Un camino de aprendizaje que, acabado su posgrado, decide continuar al conseguir una beca de La Caixa para completar su doctorado en astrofísica en la Universidad Técnica de Dinamarca.

Es precisamente la obtención de este título lo que le abrió las puertas a Aaron Bello a una oferta de empleo de la NASA. «Cuando me enteré de la vacante, me presenté sin esperar obtener respuesta, pero al cabo de un tiempo me convocaron para una entrevista por videollamada. Estaba nerviosísimo», admite el joven noiés. No era para menos, sería la entrevista que daría una vuelta de campana a su vida. Entre risas, Aaron recuerda cómo fue el momento de comunicar a su familia que había conseguido el puesto: «Cuando me dijeron que el trabajo era mío, yo estaba en Los Ángeles y la diferencia horaria es de 9 horas. Si llamaba a casa, a mi madre le iba a dar un infarto. Tuve que esperar al día siguiente y ella acabó llorando de la emoción», relata el investigador.

Empezar en un nuevo trabajo nunca es sencillo. El primer día te sientes perdido, estás nervioso, y no conoces a nadie. Pero si encima tu primera jornada es en la NASA, la inquietud se dispara. Aaron trabaja como investigador en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de esta institución. Su labor consiste en hacer uso del telescopio James Webb, el más potente que se ha contruído hasta la fecha. Una herramienta que le permite estudiar los exoplanetas, es decir, los que gravitan alrededor de estrellas en vez de girar en torno al sol. «Estudiamos su capacidad para retener una atmósfera y disponer de agua en estado líquido. De este modo, podemos investigar si hay posibilidad de que alberguen algún tipo de vida», explica Aaron.

 La otra cara de la moneda

A pesar de que el puesto que Aaron desempeña en la NASA es el sueño de muchos investigadores, supone un gran compromiso para el noiés. La gran distancia que lo separa de sus seres queridos y las 9 horas de diferencia horaria son la cara más oscura de su éxito profesional. «Tener morriña es inevitable, cuando salgo de trabajar todo el mundo está ya dormido en casa, y si quiero visitarlos me supone al menos dos días de viajes».

Con 27 años y una carrera prolífica, Aaron Bello no quiere, de momento, pensar en sus planes de futuro. «Todavía me estoy acostumbrando a esta nueva vida, si seguiré aquí o volveré a España todavía no lo sé», concluye.


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