Marián Rodríguez, la mujer que luchó contra la transmisión del VIH de madre a hijo en Kenia
Barbanza
La pediatra también estuvo en Afganistán para prestar servicios de atención primaria
16 Jun 2023. Actualizado a las 05:00 h.
Hay veces en la vida que las cosas se ponen difíciles, pero en el momento que falla la salud es cuando los cimientos amenazan con venirse abajo. Como en todo, las malas noticias también dependen del lugar en el que uno nazca, pues no es lo mismo acudir a un hospital en España, que hacerlo en países cuyas condiciones socioeconómicas son más duras.
Por eso hay gente que, armada de solidaridad, decide afrontar el drama de frente y ayudar a todo aquel que lo necesite, aunque eso signifique estar lejos del hogar. Así lo hizo Marián Rodríguez, pediatra del hospital de Barbanza, que salió dos veces como expatriada de Médicos sin Fronteras.
Antes de viajar lejos de Ribeira, ciudad en la que lleva viviendo 25 años siendo natural de Cangas, la doctora pasó unas vacaciones completas en Camerún en 1995, en las que atendió las necesidades de los presos de la cárcel de Yaundé, donde los internos tenían suerte si disponían de dinero para pagarse su propio colchón o la alimentación. «A enfermería tiña moitas limitacións, os medicamentos que chegaban alí eran doazóns de tratamentos pouco usados», aclara.
Afganistán
Su primera salida de larga duración, de siete meses para ser exactos, llegó en agosto del 2003, cuando viajó a Afganistán para prestar servicios de atención primaria. Estos iban dirigidos especialmente a los Hazara, los únicos de etnia mongola en el país y pertenecientes a la rama chiíta del Islam, a diferencia de los pastunes, que son sunitas, lo que les señalaba como clara minoría dentro del país: «Non tiñan consideración de persoas».
Las difíciles condiciones climatológicas hacían más difícil la llegada de tratamientos a estas personas, que podían recorrer distancias de más de cuatro horas para acceder a alguno de los tres centros de salud instalados en la zona.
La falta de medios de transporte motorizados hacía que las familias solo llevasen a sus hijos al médico en caso de verdadera necesidad, lo que modificaba los calendarios pediátricos: «Alí as vacinas non ían en función dos meses, senón das febres que tivese o neno e a posibilidade dos pais de vir ata nós». Señala que lejos de la desconfianza, los pacientes se mostraban agradecidos con los profesionales de la ONG.
El segundo voluntariado de Rodríguez llegó un año después del primero, cuando en el 2005 decidió ir a Kenia a ayudar con la gestión del VIH, cuya incidencia fue tan fuerte que golpeó gravemente la economía. La situación fue mejorando gracias al trabajo del Ministerio de Sanidad y las oenegé como Médicos sin Fronteras, que fueron ofreciendo información a la gente: «Nos 2000, en Kenia, sabían moito máis sobre VIH ca nós»
Allí, su tarea como pediatra se centró en poner freno a la transmisión vertical del virus de madre a hijo durante el embarazo y el parto. «Grazas aos tratamentos, que eran escasos, prevíamos que o bebé nacese infectado».
Afirma que la llegada de fármacos era limitada porque las grandes empresas farmacéuticas estaban interesadas en vender sus productos a países que pudiesen pagar más por ellos: «Tíñamos que delimitar a quen llo subministrábamos». Debido a esta escasez, los niños recibían tratamiento en pastillas, cuyas dosis correctas son difíciles de calcular debido al formato.