La Voz de Galicia

Mil días de la vida de César apartado del mundo en una cabaña de Os Ancares

Boiro

X. NOAL ribeira / la voz

Ignacio Castro presentó en Boiro «Mil días en la montaña»

Ignacio Castro presentó en Boiro el libro que escribió tras recluirse en Roxe de Sebes

14 Jan 2023. Actualizado a las 19:08 h.

Mil días en la montaña, obra del compostelano Ignacio Castro, puede parecer el título de una novela de aventuras y de emociones con la naturaleza, pero en realidad es el fruto de una especia de huida interior del filósofo y escritor que, entre los años 83 y 89, cuando irrumpía la movida y los jóvenes de aquella generación disfrutaban de lleno de una libertad sin parangón, decidió apartarse del mundo, «quedarme parado», él, que había luchado en primera fila contra el franquismo, lo que le costó dos pasadas por prisión, descubrió que tenía «necesidade de irme», recomponerse y, quizás, volver, desoyendo incluso cantos de sirena para que participase en la vida política.

 

Conduciendo su R5, empezó a buscar un refugio y eligió una cabaña de pastores de O Caurel, situada en Roxe de Sebes, a la que llegó ligero de equipaje y que acondicionó modestamente. Se encontraba al final de un largo y angosto camino, alejada de la aldea más próxima, y en ella pasó etapas de dos a cuatro meses durante siete años, tiempo que en días calcula Ignacio Castro en unos mil, de ahí el título de la obra, una segunda edición que subtitula con el enunciado de la primera, Roxe de Sebes.

 

El escritor compostelano compareció con su libro en Boiro, acompañado por su amigo Gonzalo Trasbach, que lo presentó al numeroso público que se dio cita en el centro social; el profesor de lengua y literatura española David Souto, que habló del autor y de su obra y le agradeció que siga escribiendo; y el alcalde de Boiro, José Ramón Romero, que impresionado por las conclusiones que sacó Ignacio Castro de sus mil días en Roxe de Sebes bromeó diciendo que quizás también él necesite hacer un retiro en la misma cabaña.

 

Alarde de sinceridad

E impresionados quedaron también muchos de los presentes con las reflexiones del filósofo acerca de una experiencia que «hoxe non faría», declaró en un alarde de sinceridad, pero que le salvó la vida, reconoció. Castro, que se definió como una persona inquieta y muy activa, explicó que cuando dio el paso se encontraba vacío por realizar actividades sin meta, y ya superada la adolescencia, pues abrió ese paréntesis cuando tenía 30 años, necesitaba recuperar en cierto modo el período de la infancia, y lo hizo de forma tan radical que se apartó incluso de sus amigos y familiares, hasta empleando su segundo nombre, César, y pidiendo a su madre que arrancara el remite de las cartas que le escribía, para que nadie pudiera localizarlo.

«O peor é real, existe, está entre nós, pero non ten rostro», explicó Ignacio Castro de sus conclusiones en la soledad y el silencio: «Deixei de falar, e cando baixaba a aldea, incluso me custaba expresarme», detalló el escritor. Fruto de esas estancias pergeñó un libro, pero se dio cuenta de que «non valía para nada», pero sin embargo le valió la experiencia para concluir que «todo o bo que podo ter, ven de aí, de esa intimidade na que permanecín».

Realmente, fue una incursión en el silencio, al que definió como un «arma de construción masiva», pues se aisló sin teléfono, música ni ningún aparato de entretenimiento y precisamente el filósofo alertó de las dependencias tecnológicas de los tiempos presentes haciendo un símil con la medicina: «Se che poñen unha prótese e a usas máis tempo do indicado, a parte do corpo acomódase a ela e produce un desaxuste. Pois coas tecnoloxías actuais pasa o mesmo, canto máis as usemos, máis eivas vai producir en nós».

Sobre su estancia en la cabaña y el entorno de Roxe de Sebes, admitió Ignacio Castro que vivió días estupendos, pero también terribles. Aseguró asimismo que todo el mundo tiene que tener capacidad para «apagar las luces», en el sentido de desconectar del día a día, como hizo él, aunque aconsejó no prolongarlo tanto tiempo.

Cerró el acto el alcalde de Boiro, José Ramón Romero, destacando la afluencia que registró la presentación y declarando a Boiro capital cultural de Barbanza, recurrente escenario para dar a conocer nuevas creaciones y el desarrollo de todo tipo de actos, de lo que se declaró muy orgulloso y animó a mantener el nivel de actividad.


Comentar