Olas, viento y los chalés de Reira
Carballo
24 Apr 2020. Actualizado a las 05:00 h.
De A Guarda a Ribadeo, la costa mas emblemática es la Costa da Morte, un baluarte en la lucha del mar contra la tierra. Ningún otro sitio de la Galicia marina manifiesta más claramente el ataque del mayor enemigo de Galicia que es el viento, que, cuando se desplaza sobre las aguas y llega a la costa el primer obstáculo que encuentra son los acantilados rojizos del macizo de Traba, que lo fuerzan a subir obligándolo a un aumento en su velocidad que llega en los duros inviernos hasta 140 kilómetros por hora.
En el extremo más occidental de Europa, Costa da Morte es la punta de lanza contra el viento. Y durante miles de años esta parte de la costa gallega ha estado sometida a sus abusos. Cada temporal ocurre lo mismo, primero ataca el viento, destruyendo los bosques o peinando constantemente las ramas de los árboles que crecen inclinadas hacia tierra para resistirlo mejor. Y unos días después llegan las olas creadas, también, por el viento al rozar sobre la superficie del mar durante muchos kilómetros y vuelven a castigar la línea de costa. Costa da Morte es la imagen de un sobreviviente, desde hace millones de años en primera línea, especialmente durante los períodos interglaciales, como ocurre ahora, deteniendo la acción del viento y de sus olas.
Entre Cabo Vilán y Trece puede verse la mayor incongruencia de la geología: una acumulación de arena y cantos de roca, una al lado de otros, contradiciendo las leyes de la física. Las arenas dan lugar a las playas, que significan aguas tranquilas, y los cantos rodados a los coídos, que significan olas enérgicas. Pero en la Costa da Morte están en armonía una al lado de los otros. Luego los investigadores del Instituto de Geología explicaron el misterio. En las playas se reúnen las arenas de dunas formadas en la costa durante el último período glacial, cuando el mar se situaba hasta 120 metros por debajo del actual. Durante todo el postglacial han caminado hacia la costa durante 15.000 años, a lo largo de 30 kilómetros hasta llegar al macizo de Traba que, como un Fidel geológico, mandó parar.
Dunas trepadoras
En la Costa da Morte se detienen los vientos y de ahí las arenas que recubren los relieves de la costa dando lugar al fenómeno de las dunas trepadoras más altas del litoral europeo. Y las playas de cantos, los coídos, que se forman cuando el mar detiene su avance, como ahora empieza a ocurrir, y empieza a destruir los granitos de Traba, grano a grano. Ni cambio climático, ni crisis climática ni coronavirus, hasta donde digo yo, dice el mar señalando con su dedo la Praia de Trece.
Hoy es un día de gloria para Galicia, pues, por fin recuperará su tramo más emblemático.
En un recorrido entre el faro de Cabo Vilán y Praia de Trece se puede ver la actuación de los dos principales agentes, olas y viento, que modelaron la línea mar-tierra firme aquí. Un tramo de costa que resistió la acción del mar y del viento durante millones de años, pero que apenas habría sobrevivido a los trabajos de recuperación del Prestige, cuando los limpiadores sin fronteras removieron los coídos milenarios (135.000 años) que se manifiestan en este tramo de costa de forma espectacular y contra los que no cesa la agresión, por diversos motivos. Puede ser el pseudoarte do Home de Camelle, o las esotéricas manías de los migrantes del sincretismo litológico que aún no han superado su niñez y se empecinan en hacer una columna de croios más alta que la de su vecino. Pero en una costa así de sufrida aún había una afrenta más que soportar. Aquellos horrendos chalés en fila india que mancillaban eternamente (¿?), la costa de todos que unos pocos querían usurpar para ellos. Y al fin parece que, con el derribo de esos engendros, las cosas vuelven a ser como siempre fueron. Agradecimiento sin límites para el responsable de que por fin esto haya sucedido. Si es que ha sucedido, que aún no acabamos de creérnoslo.