Un homenaje a José Cambón Martínez, arcipreste de Bergantiños
Carballo
Era el encargado de cuatro parroquias del municipio de Coristanco
15 Mar 2024. Actualizado a las 19:52 h.
Hace unos días, un benemérito presbítero de esta zona, Xosé Pumar Gándara, dedicaba unas hermosas líneas en este periódico a otro compañero en el sacerdocio con motivo de su jubilación. Hoy me sumo a los elogios escritos al que por muchos años fue párroco de A Agualada, Couso, Ferreira y Cuns, y al mismo tiempo arcipreste de Bergantiños: José Cambón Martínez.
Nacido en la parroquia carballesa de Santa María de Ardaña el 20 de febrero de 1937, fue ordenado el 13 de agosto de 1961, siendo uno de sus primeros destinos —antes de llegar a Bergantiños— la feligresía de San Martiño de Andeiro.
Para los que lo conocemos de cerca, es un sacerdote piadoso y servicial. Su ministerio como pastor de almas —el mejor— se apoyaba en la celebración devota de la santa misa, en la preparación minuciosa y memorística de los sermones, en la atención de los fieles mediante el sacramento de la penitencia.
En los minutos que faltaban previos a cualquier acto litúrgico, José Cambón pronto sacaba de su bolsillo el rosario para susurrar alguna avemaría ante el Santísimo Sacramento, o bien unas fichas en la que llevaba los salmos para rezar la liturgia de las horas. Su voz, que en los tiempos mozos resonaba armoniosa, era el fondo musical del trasiego de los comerciantes de la feria de A Agualada: por la megafonía de la iglesia, útil para cuantos no podían acceder al templo por la masiva afluencia, se alternaba el ordinario de la misa con los cantos populares, secundados por los devotos del milagroso san Antonio de Padua; entre ellos, el sencillo himno del Santo Alienten su confianza.
Por su iniciativa fue renovada la techumbre y restaurados los retablos y las imágenes de este concurrido santuario coristanqués; esto último lo hizo también en Ferreira y Couso. El artífice era el pintor Rivas Varela. En esta última parroquia, en la de Couso, hizo que se culminase la obra del campanario, inconcluso hasta su llegada. Para la mejor atención de las aldeas dispersas de la feligresía, en O Vilar levantaron una capilla, con cementerio anexo.
El cardenal Carlos Amigo llevaba siempre dos discursos preparados a cualquier homenaje o celebración a donde iba. Uno era muy breve: «¡Gracias!».
El otro, a su juicio, era más largo que el anterior: era un «¡Muchas gracias!». Pues, en este mismo sentir, que en este elogio quede expresado mi más sincero agradecimiento al que por tantos años fue arcipreste de la zona, párroco y sacerdote ejemplar: don José Cambón Martínez.