La Voz de Galicia

Juan Toja: «Fun o único supervivente do Camponavia sen ter ningunha ferida»

Carballo

s. g. rial carballo / la voz Trabajaba en un petrolero de Campsa cuando ocurrió la explosión del Petragen en Algeciras, en 1985

Lobos de mar | Navega desde los ocho años, y en Cádiz superó un terrible accidente en un petrolero

29 Jun 2024. Actualizado a las 23:02 h.

Juan Toja, nacido hace 76 años en Laxe, podría haber muerto hace 39 años y un mes en un gravísimo accidente ocurrido en el municipio de San Roque, en la Bahía de Algeciras (Cádiz), en pleno Campo de Gibraltar. Por suerte, y sobre todo por su coraje y por saber nadar, aún puede contarlo con detalle.

Ocurrió el 26 de mayo de 1985. Fue una de las grandes tragedias de la industria química en España. Un petrolero de bandera panameña, el Petragen One (en numerosos foros aún aparece como Petrogen, tal vez por la analogía con la palabra petrolero) descargaba nafta. Hubo un problema serio y explotó. Casi al lado (en medio había un pantalán para las tomas) estaba el petrolero Camponavia, de Campsa. Y en él trabajaba Juan.  

Lo recuerda todo con mucha precisión. En los cambios de turno que le tocaron echó un vistazo y había cosas que no le cuadraban. «Cheirábame a desconfianza», dice. Lo comentó con quien tenía que hacerlo, pero no le hicieron mayor caso.

La explosión fue tremenda, y se acabó llevando por delante más de treinta personas, la gran mayoría gallegos, y decenas de heridos. Las tareas para apagar el fuego y el rescate ofrecían imágenes dantescas. De lo primero que vio, Juan cita un Land Rover con cuatro trabajadores de aquel muelle volando por los aires. El Petragen se partió en dos, y el Camponavia, por simpatía (lo que se define como la relación entre dos cuerpos o sistemas por la que la acción de uno lleva al mismo comportamiento al otro) también se hundió. El fuego empezó a extenderse por todas partes. Juan recomendó a los demás tirarse al mar, y él lo hizo. «Foron chegando remolcadores, pero a súa misión era salvar a refinería», dice. Recuerda que, entre brazadas, se encontraba con otros paisanos en el agua: «Juan, eu xa morro», le decían, como así fue. Él seguía, primero en dirección a una boya, para descansar, y después a una playa. Recuerda un pastor de la zona ayudando a salir a flote a algunos hombres. En ese trayecto por mar, de unos 150 metros, tuvo que ir bajo el agua bastante rato, pues caían trozos de planchas de los buques.

Fueron horas y días terribles, pero Juan pudio salir indemne. «Fun o único supervivente do Camponavia sen ter ningunha ferida. Só un pequeno corte no talón do pé dereito por uns mexillóns, pero pouca cousa», explica. Le tocó, entre otras tareas ingratas, reconocer cadáveres en el depósito. Imposible olvidarlo ya. «Era domingo, en torno ás 11 da mañá, día da festa do Espírito Santo de Camelle»: esa es su referencia temporal.

Había llegado hasta tan lejos desde su casa a bordo del petrolero de Campsa, compañía en la que había entrado siete años antes, embarcando en el Calvo Sotelo en Barcelona. Entraba en una nueva fase de su vida en el mar que había comenzado ya, «como todos», a los ocho años. Desde casi adolescente ya era estibador portuario en Corme, amarraba fardos que iban, curiosamente, a Algeciras. Se preparó como patrón de tarrafas, pasó solo 13 días de mili (las recomendaciones funcionaban), fue peón en el muelle de Laxe, anduvo a los percebes en una chalana, estuvo a punto de morir ahogado en Corme... Con 30 años le decían que para poder trabajar en Campsa «había que matar a más de mil». Un día se plantó en las oficinas de la empresa en A Coruña y, como conocían su trabajo, sin tener que matar a nadie lo contrataron. Era el 6 de diciembre del 78. «Empecei de engraxador. E fun indo, fun indo, fun indo....». Y ya no salió más. En esta empresa ya se jubiló en el 2006.

ANA GARCÍA

Unos percebes «ayudaron» a tener un nuevo destino en casa  

Juan Toja logró destino en el Camponavia gracias a su trabajo y a sus contactos. Le gustaba ese petrolero porque con frecuencia lo mandaban a A Coruña, y así podría estar algunos días cerca de casa. Una vez, de parada en Bilbao, salió a buscar percebes por la costa y consiguió llenar once sacos. El capitán del buque los vio, le gustaron mucho, pidió algunos para su familia y se los llevó, detalle que le ayudó a Juan a mejorar de puesto, como agradecimiento. Más aún un tiempo después, cuando le consiguió destino para Galicia. Mejor: para su casa, al frente del suministro de gasóleo en los puertos de Laxe, Malpica y Caión. Eso fue en el año 1991. Y ahí siguió, hasta el 10 de agosto del 2006. Desde su puesto, él también echó una mano a familiares, amigos y vecinos.

En esos años también fue concejal popular en dos mandatos, con el fallecido alcalde Antonio Castro, y tuvo relación con Fraga. Y ayudó a vender barcos pesqueros, peritándolos. Llevó un registro muy minucioso, que conserva, de barcos de España y de la zona. En numerosos aspectos es toda una enciclopedia del sector en la Costa da Morte.

El día del Camponavia pudo morir, efectivamente. Él lo reconoce, pero al mismo tiempo recuerda a un párroco que había en Laxe, Feliciano Alvite, que se enteró de su situación tras la explosión después de que llamase a su mujer y a su madre para avisarles de que se encontraba bien. «Como vai morrer Juan con todos os anos que fixo o Simulacro, a Virxe do Carme tivo que axudarlle!», recuerda que le dijo el sacerdote a su esposa y a su madre. Y ciertamente Juan ejerció de náufrago durante más de veinte años en el célebre Simulacro del 17 de agosto de agradecimiento de los marineros.


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