Desaparece el banco panorámico de Cabana

Alguien se ha llevado el banco de Sinde. Un asiento de madera en lo alto de un gran mirador natural cerca de Sinde, un lugar de la parroquia de Canduas, en Cabana, en cuya base también hay algo digno de ver: los restos de una capilla abandonada en la que crece la maleza y la imaginación sobre lo que pudo ser. Pero más arriba, donde estaba ese banco, las vistas también impresionan: el Monte Branco de Cospindo, en Ponteceso, la parroquia de Pondal; A Barra, una lengua de arena que crece o mengua con las mareas. Y más: Corme, la desembocadura del Anllóns, las tierras de Borneiro y Zas (hacia el lado opuesto). Una buena parte del Bergantiños poético se divisa desde este punto. Tanto privilegio óptico movió a un vecino, Enrique Collazo, y a a un compañero que lo ayudó, Moncho Barreira,  a colocar un discreto y coqueto banco de madera en lo más alto de este punto que los vecinos denominan Os Picotiños, diminutivo de Os Picotos que le dan ese toque léxico de humildad tan apropiado para este emplazamiento. No en vano, pero ya en Borneiro, está A Fernandiña, a muy escasos metros, otra excelsa plataforma visual a la que Jorge Mira lleva cada año a centenares de personas para explicarles las cosas que pasan en el sistema sola y en el resto de la bóveda celeste.

Desde el primer día, el 22 de mayo, y gracias a las fotos propagadas por la redes sociales, este banco tuvo mucho éxito. Hay varias vías de acceso, y todas muy concurridas. Un tesoro que alguién decidió llevarse ayer o anteayer, sin dejar rastro. «Por facer dano, nada máis», se lamentaba hoy Moncho, avisado por un vecino. O porque el probable propietario del monte estaba en desacuerdo. Los otros que hay en la Costa da Morte resisten con mejor suerte: el de la fervenza de Budián, el nuevo de A Piroga (Bamiro), el de Touriñán, el provisional de la Virxe do Monte..