La Voz de Galicia

Carmiña, 103 años: «Percorrín España en barco, avión, tren e por estrada»

Cerceda

melissa rodríguez carballo / la voz cercedense

Esta centenaria de Cerceda, que lee y escribe a la perfección, acude a diario al cementerio a visitar a su hija

27 May 2024. Actualizado a las 11:08 h.

«Teño 103 anos, e quen mos bota?». Con una sonrisa de lado a lado, la señora Carmiña, como es conocida en Cerceda Carmen García Calvo, celebra que sigue en este mundo, además, «con moi boa saúde», reconoce. Basta con conversar un rato con ella para darse cuenta de la vitalidad que tiene.

Cumplió esta importante cifra el pasado 30 de septiembre. «Nacín no ano 1920», recuerda. No se le escapa detalle. «Agustina, que hai aí no chan?», le dice a la persona que desde hace un tiempo la cuida. ¡Un plástico transparente diminuto sobre la floreada alfombra del salón!

Pero un recuerdo la hace ponerse un pelín más seria: la muerte de su hija, Pilar García Calvo, en julio del 2021; hace poco más de dos años. «Ai! Canta compañía me facía», lamenta. Su descendiente era sordomuda y falleció a causa de un cáncer a los 81 años. Se entendían muy bien pese a las dificultades para la comunicación.

Carmiña pronto recupera la energía al traer al presente los viajes que durante tantos años realizaron juntas. «Como desfrutamos! Ás dúas nos levaba a mesma idea pasear. A ela gustáballe a praia, iso si. A min, non», comenta entre risas, a lo que añade: «É algo que non me pesou nada. Percorrín España en barco, avión, tren e por estrada».

ANA GARCÍA

Esta centenaria es natural de Ordes, pero con apenas diez años se asentó en la parroquia de Cerceda. Toda su vida trabajó en un negocio familiar de comidas conocido por el nombre de su casa, de Marcelo, que estaba situado en la capital cercedense. «Por alí pasou todo o mundo! Dende obreiros a enxeñeiros e sacerdotes. Era a única casa de comidas que había. Despois viñeron outras», relata. «Levantábame ás seis da mañá para axudarlle á miña tía a facer a pota dos callos, aínda que a min non me gustaba a cociña», apunta.

Carmen García Calvo fue madre soltera. Sola sacó adelante a su hija Pilar. Toda la vida estuvieron muy unidas. Siempre vivieron juntas. Se apuntaban a los viajes del Imserso y del Concello y mismo llegaron a desplazarse por iniciativa propia a la capital madrileña para visitar a un sobrino. De la mano recorrieron Salamanca, Zamora, Valladolid, Mallorca, Barcelona, las Islas Canarias y Benidorm. Son algunas de las ubicaciones que le vienen a la mente. «A Porta do Sol, As Ramblas, Sanabria, os embutidos de Salamanca...», recuerda. «Benidorm xa o coñeciamos de punta a cabo de tantas veces que fomos», cuenta riéndose. Fue una pasión de la que disfrutaron juntas hasta unos años antes de fallecer Pilar.

Carmiña sigue muy ligada a su hija. Para ejemplo, que todos los días acude al cementerio cercedense a visitarla. Es de las primeras cosas que hace. Pilar siempre tiene flores. En casa, también mira fotos de su descendiente. «Ela sempre andaba moi arranxada e quería que eu tamén fora ben posta», describe.

Esta mujer camina por su vivienda o en la calle, apoyada en un bastón, «o meu amparo», recalca. No obstante, desde hace unos seis meses, utiliza una silla de ruedas para los desplazamientos largos. «Os pés van cansos», expresa. Tiene un audífono en el oído izquierdo desde hace años, motivo por el que no escucha muy bien. A veces le cuesta un poco más respirar, pero son episodios puntuales.

Tiene unas rutinas muy establecidas. Es, quizás, lo que la mantiene tan ágil. Todos los días lee el periódico. «Non terei para outra cousa, pero o xornal que non falte! Levo toda a vida mirándoo», traslada. Lee a la perfección. Eso sí, tras ponerse sus gafas. También escribe notas, con estupenda letra.

Sabe en qué día vive, que no es poco. «Mañá [por hoy] é o día do Rosario», indicaba ayer. Le gusta mucho la fruta y tiene buen apetito. También es consumidora de contenidos televisivos, todos en gallego.

Carmen, que como ella dice no aparenta 103 años, baja, a veces, a tomarse un café con una amiga, hace la compra en el supermercado con su cuidadora Agustina y también acude a la farmacia. Va a misa todos los domingos.

De diez hermanos que eran, quedan cuatro, de los que ella es la mayor. Viven en otros concellos. Carmiña también habla de sus sobrinos.

Un dato a tener en cuenta es que hasta hace un año, la centenaria vivía sola. Agustina le hacía la comida y la ayudaba. Hasta la llegada de la pandemia, acudía al centro cívico a jugar la partida.

Es una mujer muy querida en el municipio cercedense. Para ejemplo, que el pasado domingo le rindieron un homenaje en la iglesia. El Concello también la agasajó con un ramo de flores.


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