Chimeneas que ya no echan humo
Ponteceso
Las antiguas estructuras industriales de la zona permanecen en pie como recuerdo de veteranos oficios
29 Aug 2019. Actualizado a las 05:00 h.
En la Costa da Morte y sus comarcas limítrofes, donde la relación personal y laboral siempre ha sido una constante sin tener en cuenta divisiones administrativas sobre plano, quedan aun algunas chimeneas abandonadas o en desuso que durante decenios formaron parte del paisaje y de l día a día de sus vecinos. Lo mismo que ahora lo hacen otras en plena actividad, de Meirama (le queda poco) a Sogama, o de Campo a Ferroatlántica.
La comarca siempre fue un espacio de referencia en el panorama minero gallego. La industria del caolín, en Laxe, es legendaria. La fábrica se instaló en el Campo do Lago, donde se alzaba un aserradero para la construcción de barricas que contenían el mineral en bloque, además de leña y serrín para iniciar la quema en el horno. Las estufas para calentar el mineral mojado se encontraban al lado de la chimenea, que todavía sigue en pie. En los entornos también había un taller de reparación de maquinaria, un laboratorio y una oficina. Los terrenos estuvieron ocupados por la actividad desde los años 20 hasta finales de los 70. Aunque la atención recae en la chimenea, todavía se pueden ver pequeños restos de la antigua estructura del aserradero y una escombrera de mica y cuarzo.
La actividad de la fábrica El Progreso, en Buño, dio un gran giro. En el centro de la factoría sobresale una chimenea de 35 metros de alto para que los gases escapen y no se depositen en la tierra. El corazón de la chimenea es de ladrillo, pero hace unos años hubo que reforzarla con aros de cimiento. El conducto se encuentra en el medio del establecimiento industrial. Anteriormente los trabajadores disponían de un horno de 96 metros de largo que cocía el ladrillo a una temperatura de mil grados. Cada día se producían un total de 240 toneladas de piezas. «O forno nunca se paraba e tiñamos que contar con 10 días para o acendido e 10 días para o apagado», explica el consejero delegado, Pedro Fariña. Con la crisis la situación fue en declive y en 2011 se dejó de fabricar ladrillo en El Progreso. «Despois de moitos anos os fornos chegaron ao seu fin», añade Fariña Rodríguez. En los últimos ocho años se lleva a cabo otra actividad que engloba la preparación de arcillas para alfarería y para voladuras en túneles, sellados de cableado, entre otras.
En A Bugalleira (Tallo-Ponteceso), resiste una gran chimenea de un antiguo aserradero. Severino Mira, natural de Cabana, y Manuel, de Ponteceso, fueron los primeros propietarios del terreno en el que se encuentra el elevado conducto. «Meu pai foi o segundo socio en morrer e arrendoulle a propiedade a dous portugueses, pero por desgraza a actividade foi perdendo peso», señaló María Vira Varela, hija de Severino, que reside en frente de la resistente chimenea. Sus dos hermanas son, en la actualidad, las propietarias del terreno. En el aserradero se llegaron a quemar grandes cantidades de leña. «Agora non queda nada, algún ladrillo tirado por alí e un pozo a cada lado da cheminea», manifestó. Su forma permanece íntegra, rodeada de abundante maleza. «Mira os anos que ten e aí segue», declaró María.
La antigua fábrica de teja es el ejemplo del patrimonio industrial de Bembibre
La localidad de Bembibre, de Val do Dubra, tan relacionada durante años con las parroquias del sur de Carballo (sobre todo Entrecruces) conserva los restos de un pasado productivo e industrial en el entorno del río Dubra, en la zona de A Telleira. Se trata de una antigua fábrica de teja, compuesta por una edificación de planta baja y una chimenea de cerámica. José Mallo Vicente, natural de Bembibre, nació en 1932 en la casa de enfrente. Su madre era la casera del lugar y desde pequeño realizó tareas en la factoría. «Utilizaban paus delgados de eucaliptos para colocar masa de barro en riba, e así obter as tellas», señaló José. El barro lo rescataban del actual campo de fútbol situado en terrenos próximos y los trabajadores «amasábano cos pés», recuerda Carmen Fernández, otra vecina de Bembibre. Había muchos hornos para cocer el barro. Después de varias horas de cocción se obtenían grandes cantidades de teja y ladrillo. La gran chimenea, con escaleras hasta la cima, recogía y expulsaba la humareda procedente de la cocedura del barro. «Recordo que a xente ía cedo ao monte cos carros das vacas e dos bois para buscar toxo», explica Carmen. Su marido, José Iglesias Domínguez, señala que «tamén houbo un serradoiro». Los vecinos recuerdan con más claridad la utilización de aceñas para moler los cereales. La actividad se realizaba en fincas cercanas a la chimenea. La mayoría de las personas que trabajaban allí eran vecinos del municipio dubrés. Para crear el movimiento de los molinos se utilizaba el agua de una gran presa. «Cando a xente ía moer abríanlle as comportas e a auga entraba a gran velocidade», indica José.
Hace muchos años que está todo parado, aunque la chimenea sigue en pie a la vista de todos los que entran o salen de Bembibre. Sus actuales propietarios Rosa Fraga y José Antonio, vecinos de la parroquia de Buxán, decidieron poner en venta el terreno. «O obxectivo é conseguir que alguén o compre para darlle uso», afirmó Rosa.