Nettie Stevens: La mujer que descubrió los cromosomas XY también fue víctima del sexismo
Ciencia
Nettie Stevens tuvo que luchar para hacerse oír y formar parte de la historia de la embriología y citogenética contra toda una comunidad científica que relegaba a las mujeres
07 Jul 2016. Actualizado a las 20:09 h.
En el momento de su fallecimiento en 1912, Nettie Stevens había alcanzado el suficiente prestigio como bióloga y genetista para recibir los elogios del su mentor y futuro premio Nobel, Thomas Hunt Morgan, en la revista Science. Pero hasta llegar ahí, no lo tuvo nada fácil. Años atrás, cuando en 1905 Nettie Stevens cuando publicó Studies in Spermatogenesis with Special Reference to the Accessory Chromosome y logró demostrar que los cromosomas eran los encargados de determinar el sexo de los organismos tuvo que luchar para hacerse oír y formar parte de la historia de la embriología y citogenética contra toda una comunidad científica que relegaba a las mujeres y sus descubrimientos a un segundo plano.
Nettie Stevens tuvo que trabajar para sobrevivir. Lo hizo de maestra y como bibliotecaria postergando su sueño de ir a la Universidad, para ser investigadora, hasta que pudo ahorrar el dinero suficiente. Y lo consiguió. En una época en la que las mujeres estaban predestinadas a casarse y ser madres o como mucho aspirar a ser profesoras, enfermeras o secretarias, Nettie Stevens se hizo un hueco entre la comunidad científica a pesar de haber iniciado su carrera a los 35 años.
Brilló académicamente desde su infancia, pero su carrera se vio truncada durante once años tras graduarse en 1880. La falta de recursos para afrontar unos estudios superiores llevaron a Nettie Stevens a trabajar como profesora y bibliotecaria, pero tras haber ahorrado lo suficiente durante algo más de una década, en 1896 con 35 años cumplidos, se matriculó en la prestigiosa Universidad de Stanford. Solo seis años después, Nettie Stevens ya había logrado licenciarse, completar sus estudios de maestría y publicar su tesis doctoral.
A pesar de vivir en una época difícil para las mujeres, y todavía más complicada para aquellas que optaban por dedicarse a la ciencia, el talento de Nettie Stevens no pasó desapercibido para el genetista y futuro premio Nobel Thomas Hunt Morgan, quien la incorporó a su equipo de investigación y se encargó de dirigir personalmente su trabajo.
Nettie Stevens decidió encaminar su trabajo hacia la investigación de los cromosomas y la herencia mendeliana, un tema candente entre la sociedad científica del momento. Entre finales del siglo XIX y principios del XX, la mayor parte de los investigadores coincidían en que la determinación del sexo de los organismos depende de los factores internos del huevo. Sin embargo, existían discrepancias sobre qué factores son los determinantes e incluso existía otra corriente que apuntaba a que los factores externos también podrían influir.
En contra de lo que creía su mentor, que defendía el papel del citoplasma en el desarrollo embrionario, Nettie Stevens se centró en estudiar qué relación existe entre los cromosomas y la determinación del sexo y para ello recurrió a examinar con minuciosidad diferentes insectos. Mientras observaba el gusano de la harina, Nettie Stevens descubrió que los machos eran capaces de producir células reproductivas con los dos tipos de cromosomas X e Y, mientras que las hembras solo lo hacían con los X por lo que deduce que el sexo se hereda como un factor cromosómico. Continuando en esa línea observó y analizó cincuenta especies de escarabajos y nueve de moscas para terminar publicando en 1905 el trabajo en el que se recogían sus conclusiones. Bajo el título Studies in Spermatogenesis with Special Reference to the “Accessory Chromosome” constató que los cromosomas existen como estructuras parejas de células y que si el óvulo era fecundado por un espermatozoide portador del cromosoma X daría lugar a una hembra, mientras que si contenía el cromosoma Y produciría un macho.
Su trabajo había revolucionado el mundo de la genética, su contribución fue sustancial, pero Nettie Stevens todavía tendría que superar algunos obstáculos más para lograr el reconocimiento que merecía. Primero porque la comunidad científica, todavía obcecada en los aportes ambientales, tardó en abrazar su teoría, y después, porque las investigaciones de Nettie Stevens coincidieron en el tiempo y en las conclusiones con las de Edmund B. Wilson, uno de los más prestigiosos genetistas del momento y que terminaría por recibir la prioridad de los descubrimientos.
Su condición de mujer la relegó automáticamente a un segundo plano a pesar de que el artículo publicado por Wilson en la revista Science hacía mención a que «sus hallazgos concordaban con las observaciones de Nettie Stevens», lo que demostraba que el genetista conocía el trabajo de Stevens y reconocía en cierto modo su prioridad.
Lo cierto es que el trabajo de Nettie Stevens resultó más determinante tanto por su calidad como por la cantidad de información experimental aportada y todo ello con un estilo minucioso y detallado. Consciente del papel secundario que tenían las mujeres científicas por aquel entonces, Nettie Stevens llenó sus publicaciones de citas y referencias al trabajo de otras compañeras de profesión para ensalzar así su labor y tratar de darle una visibilidad que no tenían.
Los trabajos científicos de Nettie Stevens produjeron profundos e importantes cambios en la biología al establecer las bases de lo que esta disciplina sería en las décadas posteriores. Trabajó y firmó numerosos trabajos ella sola pero también lo hizo conjuntamente con otros científicos, genetistas y biólogos, de la época como T.H.Morgan, E.B. Wilson, A.M. Boring, H.D. King y H. Randolph.
Falleció tempranamente, a los 53 años de edad, el 4 de mayo de 1912 a causa de un cáncer de mama, pero en los pocos años que duró su carrera científica y a pesar de las dificultades a las que se enfrentó por el simple hecho de ser mujer, Nettie Stevens consiguió avances y aportaciones trascendentales que todavía tiene vigencia hoy en día.
Hoy Google la homenajea con un doodle en el 155º aniversario de su nacimiento. Un reconocimiento a una mujer avanzada a su tiempo y que luchó por hacerse reconocer el mundo de la ciencia en un momento en el que las mujeres no lo tenían fácil.