Fallece María Teresa Miras Portugal, la bioquímica ourensana que quiso cambiar la Universidad española
Ciencia
Fue la primera mujer en presidir la Real Academia Nacional de Farmacia y fue la portavoz del comité de sabios designado por el Ministerio de Educación en el 2012 para diseñar el nuevo sistema universitario
06 Jun 2021. Actualizado a las 21:30 h.
Era una mujer amable, sencilla y educada, pero con las ideas firmes y dispuesta a defenderlas. Creía en el talento y el esfuerzo y apostaba sin fisuras por la excelencia. Fue el ideario que marcó la trayectoria personal y también la pública de María Teresa Miras Portugal (O Carballiño, 1948), catedrática emérita de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Complutense y presidenta de honor de la Real Academia Nacional de Farmacia, que ha fallecido a primera hora de la tarde del jueves en su domicilio de Madrid tras un cáncer que la mantuvo apartada en los últimos meses de su actividad profesional, a la que se había volcado toda su vida con pasión, pero también con serenidad de criterio.
La científica, que había publicado más de 350 artículos de investigación en revistas especializadas, será enterrada el próximo sábado en O Carballiño, localidad en la que había nacido y con la que mantenía un fuerte vínculo, con reiteradas visitas a la casa que tenía con su marido y sus dos hijos cuando sus obligaciones profesionales se lo permitían. Era, también, la hermana de Aurelio Miras Portugal, que fue conselleiro de Emigración de la Xunta, y cuñada de Carlos Varela, ex fiscal jefe de Galicia.
María Teresa había estudiado Farmacia en la Universidad de Santiago, estudios que finalizó en la Universidad Complutense de Madrid con Premio Extraordinario y Premio Nacional de la Licenciatura de Farmacia en 1971. Desde 1982 fue catedrática de Bioquímica y Biología Molecular en las Universidades de Oviedo, Murcia y en la Complutense de Madrid, donde se dedicó a la investigación durante más de 40 años. Estaba especializada en el estudio de los receptores de los nucleótidos y su repercusión en las enfermedades neurodegenerativas.
Fue también una mujer adelantada a su tiempo y que contribuyó en gran medida a ir ganando poco a poco la dura batalla de la igualdad en el ámbito de la ciencia. Empezó a romper la brecha de género en el año 2007, cuando fue nombrada presidenta de la Real Academia Nacional de Farmacia. Fue la primera mujer en acceder a este puesto. «Mi nombramiento rompe el techo de cristal de las mujeres», llegó a decir en una entrevista concedida en su momento a La Voz.
Con los años fue acumulando reconocimientos y distinciones, pero su discreto y constante trabajo permanecía al margen del gran público. No fue hasta el año 2012 en que empezó a convertirse en una cara visible. Fue cuando el por aquel entonces ministro de Educación, Juan Ignacio Wert, la eligió como responsable del comité de expertos designado para diseñar el nuevo sistema universitario en España. Su misión no era fácil: modernizar la universidad española. En esa época fue cuando exprimió las cualidades que la adornaron a lo largo de su trayectoria, el tesón, el esfuerzo, la generación de consensos y su apuesta por la excelencia.
Su discurso a buen seguro que le generó no pocos enemigos. Era clara y contundente. Rehuía de la endogamia universitaria, apostaba por una mayor conexión entre la universidad y la empresa y no creía en la división de los centros. Creía que el talento debía concentrarse y que era necesario impulsar la excelencia para que la Universidad liderase el cambio en el país. «Creo que hemos fragmentado demasiado la universidad. No teníamos ni tenemos capacidad para que todas crezcan en entidad y luego competir en el mundo», aseguró en otra entrevista a La Voz.
Soy nostálgica del terruño
No tenía miedo a competir, porque con la mediocridad y la falta de esfuerzo no se podía avanzar. Y fue su trabajo y su decisión la que la llevó también recibir multitud de premios durante su carrera. En el 2005 recibió la Medalla Alberto Sols de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM); en el 208 fue galardonada con el premio María Josefa Wonenburger de la Xunta; en el 2011 la Comunidad de Madrid le concedió el galardón Miguel Catalán por su trayectoria y en el 2016 obtuvo la Medalla Castelao. Solo el cáncer pudo apartarla de su pasión por la investigación.
De lo que no se aportó nunca fue de sus orígenes en O Carballiño. «Los gallegos necesitamos las raíces en tierra húmeda, en tierra ácida. Necesitamos respirar aire con una pequeña cantidad de humedad, que nos haga llenar los pulmones sin sentir la sequedad del ambiente. Nos encontramos bien cada vez que volvemos. Soy nostálgica del terruño», había manifestado a La Voz.