La Voz de Galicia

Miguel San Claudio: «En invierno se debería dejar subir en coche hasta la Torre»

A Coruña

Pablo Portabales

El arqueólogo submarino asegura que no tienen miedo debajo del mar: «El principal enemigo somos nosotros mismos»

30 Oct 2016. Actualizado a las 05:00 h.

Tiene grabado a fuego lo que sucedió aquel día. «Fue el espectáculo más grande que vi en mi vida», recuerda sobre el accidente del petrolero Mar Egeo a los pies de la Torre. El año que viene se cumplirán 25 años de aquella tragedia. «Estaba trabajando en las excavaciones arqueológicas del faro bajo la dirección de José María Bello. Estuve dos o tres años y, por el medio, se nos hundió el barco», relata el arqueólogo submarino Miguel San Claudio Santa Cruz. Tiene 52 años. «Los llevo bien de salud y ánimo. Un poco gordo de más, pero por lo bien que lo paso», apunta este coruñés de la plaza de Pontevedra que comenzó los estudios en Maristas. Es padre de dos hijas de 18 y 14 años. «La pequeña compite en regatas y la mayor hace algo de buceo», comenta. Da la sensación de que la siguiente generación San Claudio es más de tierra que de mar. «A mí me metieron en un barco con 3 o 4 meses», destaca este nieto de armadores de buques de pesca y salvamento e hijo de Miguel San Claudio, de 80 años, que compaginó la vida en el mar (fue cinco años campeón gallego de pesca submarina) con la hostelería. Charlamos en el Preludio, una cafetería que se inauguró el mismo día del accidente del Urquiola. «Estamos a menos de 500 metros de lo que la gente llama tesoro. Te pongas donde te pongas hay patrimonio cultural subacuático», asegura mientras rellena su vaso con cerveza sin alcohol.

  

Batallas navales

Estudió Geografía e Historia en Santiago y optó por la especialidad de Arqueología. «Es algo que me atrae desde pequeño». Trabajó en el museo del castillo de San Antón y «en la mayoría de intervenciones arqueológicas de la ciudad». Pasó por los museos de Ourense y Cartagena antes de montar su propia empresa, Archeonauta. «Es un campo impresionante por nuestro patrimonio cultural subacuático. Estamos situados en la ruta marítima más importante que conoce la humanidad y no le sacamos rendimiento. No lo aprovechamos, como todo en Galicia», comenta con desazón. Dice que hay muchas cosas que le gustaría localizar. «La capitana, el barco del almirante Saane. Lo hundió el padre de Álvaro de Bazán en 1544 en la ría de Muros y allí debe estar. Dicen que es la primera batalla naval de la edad moderna», destaca Miguel, que navega, va a regatas, colabora con el Náutico, además de dedicarse profesionalmente al mar y al patrimonio marítimo. «Creo que es lo que mejor hago», afirma este coruñés que conoce cantidad de historias sumergidas. «No suelo contar batallitas, pero si me preguntan puedo echar horas hablando».

 

Sin vistas al mar

Desde el ventanal de la cafetería se ve el mar. «Nos quedan pocos sitios para disfrutar del océano un día de temporal. El problema es que se hacen las ciudades a la medida de las ideologías, no de los ciudadanos. El coche es malo, sí, pero la gente quiere ir en él. Creo que en invierno se debería dejar subir hasta la Torre en el vehículo particular», reflexiona. «Lo que pasa ahora es que solo subimos cuando nos viene un pariente de Valencia», añade. También predice lo que va a suceder con otras zonas ganadas al peatón. «Cuando llueva la Marina va a ser un páramo». No sabe decirme una virtud y asegura que va sobrado de defectos. «No soporto la estupidez. No la aguanto en cualquiera de sus múltiples manifestaciones. Ni tampoco la prepotencia». Dice que es posible que algún día se valore la riqueza que esconden los fondos marinos. «El día que aparezca un cuñado con sensibilidad», sentencia Miguel, que se confiesa apasionado de la Torre y que disfruta con el olor a salitre. «Debajo del mar no tengo miedo. El principal enemigo somos nosotros mismos. Hay que mantener la calma. El momento más peligroso es coger el coche para ir a bucear».

 


Comentar