Ciudadano Silva
A Coruña
09 May 2019. Actualizado a las 10:18 h.
Trece años han pasado desde que Mauro Silva colgó las botas en el Deportivo, y otros trece han pasado también desde que el pleno municipal decidió por unanimidad ponerle a una calle el nombre del futbolista, distinción con la que el propio Mauro se siente abrumado: «Esta ciudad me ha dado tantas cosas que ya no podía pedirle más», se sinceró esta semana en una entrevista en La Voz.
Trece años han pasado, digo, y el hispanobrasileño vuelve a esta remota esquina del mundo y, como si el tiempo se hubiese detenido, convierte la inauguración de su calle en un baño de masas y una incontestable demostración de cariño. Como si jamás se hubiese marchado. De hecho, algunos le pedían en el acto inaugural del jueves que se quedase.
Valora Mauro lo que esta ciudad le ha dado, fundamentalmente ese cariño, pero veamos qué es lo que le ha ofrecido él a A Coruña. Llegó al Deportivo en 1992, con 24 años, y se retiró en el 2005, con 37. En ese tiempo el equipo ganó sus seis títulos oficiales: una Liga, dos Copas del Rey y tres Supercopas. Como deportivista fue además campeón del mundo con Brasil en 1994. Vivió la ciudad como un coruñés más, disfrutó de sus cines, sus calles, sus restaurantes, y cuando el Real Madrid le puso delante un contrato multimillonario y un bolígrafo para que firmase renunció al considerar que sería traicionar al Dépor, a A Coruña y a su gente. Y aquí se quedó... 13 años. En colaboración con la universidad creó el Campus Mauro Silva, que va por su decimonovena edición, para inculcar en los jóvenes esos valores del deporte en los que siempre ha creído, como la solidaridad o la honestidad, y como estandarte del club fue siempre el primero en ponerlos en práctica participando en numerosas iniciativas solidarias, como por ejemplo visitar todos los años a los niños del hospital la víspera de Reyes.
Tras dejar el fútbol profesional, ya de vuelta en Brasil, se formó para ocupar puestos de responsabilidad en gestión deportiva. Hoy es vicepresidente de la Federación de Fútbol Paulista. Allí, al más alto nivel directivo, ejerce y presume de coruñés al tratar de aplicar el modelo de valores del Campus Mauro Silva al deporte de Sâo Paulo, en un intento por que el fútbol «no sea un medio, sino un fin para formar buenas personas», demostrando él una personalidad que está en las antípodas de la egolatría vanidosa de tantas estrellas del balompié atiborradas de éxito y dinero pero vacías de contenido.
Hay logros inalcanzables para el dinero. El cariño que Mauro recibe en A Coruña no tiene precio, nace de lo que ha sembrado y se mantiene fértil trece años después de su marcha. Y aunque él considere que es mucho lo que la ciudad le ha dado, parece que el planteamiento hay que hacerlo también al revés: pocas veces la atribución de una calle ha tenido tanto sentido.