La Voz de Galicia

La conexión siberiana del correlimos zarapitín

A Coruña

Antonio Sandoval Rey A Coruña

Un ejemplar de esta especie se detiene en la ría rumbo al norte de Rusia

20 May 2019. Actualizado a las 09:50 h.

Nació rodeado por una extensión inmensa de tundra, en aquel momento coloreada por infinidad de flores y acariciada las veinticuatro horas del día por un sol muy suave. A solo unos centímetros por debajo de su nido, el permafrost permanecía congelado desde hacía milenios. Acaso esa tierra helada guardara, como en una cámara frigorífica, el esqueleto de un mamut. Es el tipo de cosas que suceden en Siberia.

Hoy se alimenta por la orilla de la ría de O Burgo en compañía de decenas de correlimos comunes y chorlitejos grandes. Picotean todos en el fango como si no hubiera mañana. Me recuerdan esas escenas de algunas películas en las que de un maletín de repente abierto vuela una nube de dólares, y una multitud de viandantes se afanan en recoger para sí la mayor cantidad posible.

Un destino muy remoto

Hay que acudir a un atlas para darse cuenta de a dónde se dirigen cada primavera los correlimos zarapitines. El norte de la península de Yamal. El delta del río Lena. La península de Tayimir. En esas regiones remotas, de las que te puedes pasar toda una vida sin oír hablar, buscan márgenes de turberas y orillas de lagunas para criar. Luego, en cuanto sus pollos son capaces de volar, se dirigen con prisa a estuarios costeros, playas infinitas que baña el océano Ártico o grandes lagos interiores para preparar su retorno al sur.

Tendrán tiempo para descansar cuando lleguen a sus áreas de invernada, muy lejos de allí. Los que nos visitan en primavera, como este de hoy, vienen de las costas occidentales de África: Guinea-Bisáu, Mauritania, Ghana... Comenzarán a dejarse ver de nuevo a partir de agosto, y sobre todo en septiembre. De hecho, en esas otras fechas son mucho más frecuentes en nuestra costa gallega, aunque casi nunca comunes. Algunos años aparecen en mayor número que otros. Depende de los vientos que encuentren en sus sucesivas etapas.

Este ejemplar que tengo ante mí ha decidido darse un buen baño. Entra en la orilla con pasos decididos, ahueca sus plumas y comienza a agitarse para que, con el chapoteo, el agua penetre y limpie todo su plumaje. Cuando sale, vuelve a comer de inmediato.

Algunos correlimos zarapitines anillados por ornitólogos en Reino Unido en primavera, en migraciones hacia el norte, han sido capturados en otoño, de vuelta hacia el sur, en las orillas del Mar Negro y el Mar de Azov. En un rincón de este último, llamado Mar de Sivash, se reúnen hasta 140.000 en esas fechas.

Este es solo uno. Pero suficiente para invitarme a soñar con los lugares que recorrerá los próximos meses. Acaso este zarapitín sea lo más cerca de Siberia que yo llegue a estar jamás. Ha capturado otro gusano. Pronto estará listo para partir.

Origen de su nombre

El nombre de zarapitín se debe a su pico, más largo que el de otros correlimos, y similar en forma y proporción al de los zarapitos.

Correlimos común

Hay diferencias entre ambos que se pueden apreciar. En estas fechas, los correlimos comunes, algo más pequeños y de patas más cortas, tienen una ancha mancha negra muy llamativa en el vientre. Los zarapitines, mientras tanto, van adquiriendo en el pecho plumas color ladrillo.


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