Volver al cine (sin logaritmos)
A Coruña
mi mono de películas en pantalla grande está en máximos históricos, pero nadie mide las ganas de la peculiar magia de los cines
24 Mar 2021. Actualizado a las 05:00 h.
Entré en aquella sala de los cines del centro comercial del puerto con cierta emoción. Por las altísimas expectativas puestas en la secuela de Blade Runner... y porque con aquella panza de ocho meses que venía conmigo, sospechaba que sería una de las últimas veces, en mucho tiempo, que pisaría un cine sola. Que es uno de los grandes placeres de la vida. Quién iba a pensar, entonces, que a la maternidad y la complicadísima conciliación se iba a sumar una pandemia, el cierre de las salas, la tímida reapertura de los cines y el miedo a los espacios cerrados.
En todo este tiempo, acabo de caer horrorizada, solo he conseguido arañar una visita al cine. Y además escogí mal, que es como ir a un Estrella Michelin y pedir el único plato fallido: en una sala ponían un aburrido (por mucho que lo dirija Ralph Fiennes) biopic de Nureyev. Y en la otra una de vaqueros. Y te puede la mitomanía y te quedas sin ver Los hermanos Sisters, que si en mi muy pequeña pantalla es fantástica, qué no sería en un cine.
Ahora que la cartelera ocupa un espacio mucho más pequeño en el periódico (con 17 películas diferentes en tres cines, y como mucho dos sesiones), que el calendario de estrenos se ha vuelto loco (¡ninguna franquicia de superhéroes!), y que el cine parece la menor de nuestras preocupaciones, mi mono de películas en pantalla grande está en máximos históricos, pero nadie mide las ganas de la peculiar magia de los cines. De nada sirve el consumo masivo de contenidos, que diría Scorsese, forzado por logaritmos que no saben quién es John Ford. «En Netflix creemos que te podría gustar...» pues mira, Netflix, no, qué sabrás tú. Seguro que me habrías recomendando la de Nureyev para dejarme con las ganas de cine grande.