La Voz de Galicia

Los niños de las casas Bailly

A Coruña

Dolores vázquez cambre / la voz

Los hermanos Gómez Lamelas rememoran el esplendor de las viviendas diseñadas a principios de la década de los 20 en Cambre

18 Jul 2021. Actualizado a las 23:37 h.

Sus risas y sus juegos fueron los últimos de las Casas Bailly. Aquilino, Carlos y Fernando Gómez Lamelas (con 73, 69 y 60 años actualmente) son los últimos niños que corretearon por las viviendas diseñadas a principios de la década de los 20 por Antonio Tenreiro y Peregrín Estellés, y estrenadas en 1926 por los Bailly. Son también la memoria viva de unos inmuebles maltratados por el tiempo. «Sueño todas las noches con ellas, aún las echo en falta», explica Carlos, el más apegado a un inmueble doble construido como casa de veraneo, incautado tras la Guerra Civil, cuyos sótanos guardaban las inscripciones que hicieron en el 37 los presos republicanos, y que albergaron la escuela de mandos del Movimiento y sirvieron como escuela mixta de productores.

Su padre fue el intendente de la finca desde 1940 a 1981, y ellos se criaron en ellas hasta que su madre decidió en el 1965, por el trajín que había, que era mejor trasladarse a un inmueble independiente que estaba dentro de la finca, aunque seguían haciendo vida en el principal. «La llegada del hombre a la luna la vimos arriba», comenta Carlos.

Vivienda de servicio, a la que se trasladó la familia en los sesentaVivienda de servicio, a la que se trasladó la familia en los sesenta

En la cuesta por la que se accede ahora a las Bailly permanece tirado uno de los pilares que sustentaba el gran portalón de la entrada con el nombre la finca El Grajal, como se le conocía en el pasado, aunque posteriormente fuera rebautizado como Sindicato de Educación y Descanso Santiago Apóstol. «El cartel lo llevaron, era de bronce», explica Carlos. «Aquí estaba el estanque», señala sobre una de las terrazas de la parcela Fernando, que visitó la zona junto a su hermano, tras una gran poda que hace las casas más accesibles. Ambos resaltan la espectacularidad de los antiguos jardines, que tenían dos grandes escalinatas que agrandaban la ya de por sí imagen señorial de las viviendas y explican que su padre cuidaba las colmenas situadas en un lateral.

Las escalinatas que conducían a la zona del estanque

«Cuando no había cursos jugábamos al fútbol en el hall, era maravillosa toda la decoración, estaba bien conservada y tenía un lucernario precioso. Era un lujo vivir allí porque desde nuestra casa a San Pedro de Nós no había ninguna otra y hasta A Pasaxe había dos», rememora Carlos, que destaca que el inmueble doble contaba con 22 habitaciones, ocho personas de servicio, un entrada con una chimenea francesa, un gran espejo y una fuente donde se colocaban flores, una sala de piano, dos comedores con sendos lucernarios y un interior decorado con madera de tea. «El artista que hizo el mosaico se suicidó», comenta, como una de las leyendas negras de la casa, en las que recientemente aún se hizo un estudio de psicofonías.

Incendio de las Bailly en el 69, a partir de ahí comenzó su abandonocedida

Realmente el declive de las Bailly arrancó en el 69, con un incendio en julio. «Marchamos para la Universidad Laboral, pero en agosto vinieron personas con bonos y aún se quedaron en el lado izquierdo», explica Carlos. Los intentos de saqueos llevaron a su padre a trasladar lo que se pudo salvar a las torres de Santa Cruz, donde paraba la Sección Femenina. Después, la ampliación de la carretera recortó la propiedad y sus posteriores ventas a constructores precipitaron un abandono que se mantiene.

Los padres de los Gómez Lamelas, con el personal de servicio de las Baillycedida

Banquetes a Franco y visitas de Pilar Primo de Rivera

Las Bailly tienen mucha historia y Carlos Gómez Lamelas está pensando hacer un libro. Entre las anécdotas que rescata está la del banquete en 1944 a Francisco Franco. «Al día siguiente vinieron varios a buscar las botellas que echaran en las hortensias», indica. «También vino Pilar Primo de Ribera y le preguntó a mi madre cuántos hijos tenía y al contestarle que tres le dijo ‘por eso tienen tanto interés en venir aquí las de la Sección Femenina'». «Mi padre contaba que tras la Guerra, la gente pasaba hambre y venían unos allí a hacer cursos y tomaban champán...», comenta Carlos con reprobación sobre un lugar con privilegios, entre ellos el contar con coche oficial, con una plaza de conductor que se llegó a cubrir desde Madrid. «Un año vino el que había sido chófer de Manolete», explica.

El padre de los Gómez Lametas, en lo alto a la izquierda, durante su época de intendente y la casa era utilizada por el Sindicato Vertical y para cursos

«Había cursos de Falange, de Juventudes y cuando las maestras acababan la carrera hacían allí unos meses de servicio social, también cursos de productores, de migrantes, de chicas que iban a trabajar para Mallorca, pero lo que más había era de sindicatos», indica Carlos, sobre una residencia que tenía capacidad para 65-70 personas.

Carlos y Lino, con el escudo del Sindicato Vertical que había en el exterior de las viviendascedida

También relata los avatares de la propiedad ahora situada en Cambre, pero que «pertenecía en su día a la parroquia de Liáns». En el 51 el hijo de Julio López Bailly vendió la propiedad al sindicato por 1,5 millones de pesetas. «Era mucho dinero», reconoce, sin embargo tras el incendio del 69 les costó deshacerse de ella. «Hicieron dos subastas y quedaron desiertas», dice. «Después la compró Norberto Sánchez, Ceferino Mallo, un constructor de Cambre que había trabajado en la casa cuando era niño, y Rogelito de la Costa da Tapia». Ahora, la propuesta municipal para recuperarlas con 1,3 millones le parece muy escasa debido a su estado. Para Carlos Gómez Lamelas estima que si solo se recupera el exterior y el tejado sería como un decorado de película. Nada interesante si no se le da un uso. Considera que su final debería ser similar al de Rialta o Villa Concepción, un centro cultural.


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